CARACTERISTICAS
- Con relación al discurso, el del fóbico esta lleno de precauciones, de cauciones, de modo que nunca se sabe de qué está realmente hablando. Es un discurso en el cual no se puede mencionar el objeto, habla de la sombra del objeto.
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Etapa fálica uretral
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Angustia y defensa
contra ella
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Fijación de la
angustia a nivel psíquico
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La entrevista adquiere
un carácter ambivalente
·
Desplaza sobre un
objeto externo el conflicto inconsciente
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Minucioso
·
Busca convencer de la
verdad de su angustia
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Discurso entrecortado
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Exaltaciones o
silencios reaseguran narcisísticamente si tiene o no angustia
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Yo débil
·
El amparo es la fuga y
la evitación
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Contratransferencialmente
impulsa a ayudar y apoyar, pero da imagen de inseguridad
·
Predominio de instinto
de castración sobre el de vida
- Con relación al discurso, el del fóbico esta lleno de precauciones, de cauciones, de modo que nunca se sabe de qué está realmente hablando. Es un discurso en el cual no se puede mencionar el objeto, habla de la sombra del objeto.
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Se desgasta en poner en la relación con el
otro una distancia tolerable: si es demasiado cerca teme a la fusión
indiscriminada, si es demasiado lejos desaparece el objeto y con el referente
externo de la diferenciación. Mientras el objeto esté en alguna parte, aunque
lejos, él sabe quién es él y quién es el otro.
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El fóbico necesita volver sobre el objeto
fobígeno porque hay una relación de goce con él que no quiere perder, de ahí
que vuelva a lo que teme.
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La madre del fóbico lo sostiene en una
relación fálica a ultranza y, por otro
lado, en una situación imaginaria.
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El padre del fóbico falla con relación a la
ley, no es garante del orden simbólico, no aparece como garantía para el hijo
en el litigio por la madre, ni con relación a la castración y a la diferencia
sexual. Ahí se da la emergencia del objeto fobígeno que aparece, en
Juanito, como restitutivo de la función
paterna.
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Desde el paradigma Lacaniano se plantea la
fobia como universal, como algo móvil
que aparece en todas las estructuras como manejos a veces, como síntomas otras, como objetos fobígenos, sin que se
estabilicen.
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El fóbico otea el horizonte en la búsqueda
de su objeto, y su conducta, su retroceso o huida, va a estar rígidamente
determinado por esa forma acuciante.
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Los fóbicos ordenan el espacio y sus
distancias como un felino ordena su territorio.
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En cada puesta en acto, en cada creación, la
relación entre los diversos elementos tratándose de la fobia, nos suele mostrar
un punto donde cesan las relatividades y la realidad se torna casi un real.
Esto quiere decir que pierde su eficacia al menos en cuanto al encubrimiento
sutil pero conserva planamente la eficacia simbólica.
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El objeto fobígeno es significante aunque se
haya tenido que congelar una imagen para el cumplimiento de esta operación.
Esta imagen coagulada y compuesta estaría en el borde mismo entre imagen,
símbolo y deseo, todo está demasiado cerca para que se discriminen y elasticen
los términos.
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La función fálica sostenida desde la madre
determinaría esta apretada conjunción. Madre que está más cerca de lo real del
goce o de la plenitud de la imagen narcisista.
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La fobia implica la externalización de un
conflicto, la transformación de un conflicto intrapsíquico en especial. Es
decir, implica una disociación intrapsíquica previa, producto de una represión
existente que fracasa anulando dicha primitiva disociación.
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La aparición de angustia, expresión del
fracaso de la represión, fuerza al yo a la adopción de otras medidas
defensivas. Así, proyecta al exterior la representación intolerable y la
desplaza sobre algún objeto o situación que a partir de ese momento pasa a
estar investido de un carácter peligroso ya que su contacto o proximidad
despierta angustia, que se denomina “objeto Fobígeno” y con el que evita todo
contacto, para evitar la aparición de la angustia.
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En cuanto al tipo de angustias, son
variables, aunque básicamente corresponden a las persecutorias de la posición
esquizoparanoide, siendo los mecanismos básicos la identificación proyectiva y
la desintegración del yo
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Las fobias son formaciones histéricas, pero
producto de una disociación del yo, constituyendo por tanto un fenómeno
esquizoide (Fairbair). Además son de absoluta observación los mecanismos de
control obsesivo y las tendencias paranoides.
La fobia
surge en virtud de la existencia de una disociación de base y también para que
siga existiendo una disociación. Expresan en un sentido, el éxito en la
evitación de situaciones fantaseadas como catastróficas; expresa también la
dramatización de la disociación y, tal vez, además el establecimiento de una
relación objetal externa. Una movilización (ante el fracaso de la represión)
del objeto interno, una proyección al exterior con el establecimiento de una
distancia indispensable para la reintroyección y modificación de la relación
interna anterior.
El
establecimiento de la fobia introduce el mundo externo.
La
dificultad en explicar qué es lo que se teme es producto de la no
diferenciación entre lo interno y lo externo. Todavía no lo logra. Coloca algo
afuera. Pero no es de afuera, aunque esté afuera.
La fobia
implica básicamente una disociación. Pero no toda disociación implica una
fobia. Necesita la proyección y participación espacial.
El
establecimiento de un tipo de reacción fóbica marca un progreso transferencial,
cuando implica la disminución de un temor. Ya se le puede temer (es una
relación). Y se le teme porque tal vez frustra (es decir se le ama, pero,
parece, no se le puede amar).
CONSIDERACIONES
TÉCNICAS:
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Necesidad de adoptar frente al fóbico una
actitud mucho más activa sobre la base del significado que adquiere y el
destino que absolutamente adquirirá el terapeuta. Quiérase o no, el terapeuta
será identificado primeramente con el objeto fobígeno, disociado luego y
excluido o ignorado (evitado) después, convertido en espectador del relato que
el paciente hace de su relación con el otro, el que personifica, un aspecto
disociado del terapeuta.
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La actitud activa estaría dada por:
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a. Por
el señalamiento inmediato de este carácter doble del terapeuta (su gran poder y
su carácter fobígeno) que condiciona la fantasía de un “poderoso objeto
fobígeno”, viniendo a reforzar, así, el carácter persecutorio del objeto
fobígeno, personificado ahora en el terapeuta
b. Por
la investigación cuidadosa del carácter y el manejo de los objetos externos.
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Si la pérdida del espacio( pérdida del
control sobre la disociación espacial, entre un “afuera” y un “adentro”, o
pérdida de los límites o pérdida de la “distancia”) condiciona la
reintroyección del conflicto (de espacial a intrapsíquico), se comprende el temor
a la interpretación que puede ser sentida como “meterle” adentro lo que el
paciente colocó afuera.
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La posibilidad terapéutica está, no en
señalarle solamente lo evitado, sino en destacar las dos situaciones, la
buscada y la evitada y lo que teme que pueda ocurrir en función de lo evitado.
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La verdadera compañía del fóbico es la
angustia, no el objeto. (su angustia, en la medida en que naturalmente
representa o es o configura un objeto, que no es el objeto en el cual se
identifica proyectivamente su angustia). La angustia del fóbico marca su
relación objetal, la compañía es el objeto ante el cual siempre hay angustia.
Pues ésa es la condición de vida del objeto y, por ende, del sujeto metido en
él. Es la dramatización de su propia relación con su objeto interno.. Si no
tiene angustia, el objeto se muere. O es la señal de que se murió.
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La angustia es un objeto con el que hay una
relación especial, con una distancia intermedia necesitada
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Tanto la tentativa de anulación de esa
distancia a través de la interpretación que se “mete”, como de ataque a la
angustia implican la “muerte” del objeto necesitado. (Posiblemente sea ésta una
razón del temor del fóbico al terapeuta).
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