Fredy J. Sánchez Pérez M.D. Psiq.
INTRODUCCIÓN
Las necesidades de salud mental de la
población evolucionan con el tiempo y requieren soluciones propias para cada
situación y momento específico. La
creciente demanda para enfrentar situaciones emergentes condujo a la búsqueda
de modelos de atención psiquiátrica y psicológica que permitieran un abordaje
intensivo y breve de esta problemática.
Las
alternativas clásicas disponibles resultan en algunos casos muy dilatadas en el
tiempo y por lo general muy costosas, además de no ser eficaces en ciertas
situaciones confrontadas por los pacientes.
Por otra parte, la hospitalización, recurso terapéutico utilizado con
frecuencia y en ocasiones de manera muy prolongada, somete al paciente a
riesgos tales como: disolución de
vínculos con su grupo social de pertenencia, desarraigo familiar, incapacidad
laboral creciente, pérdida de múltiples habilidades, entre otros.
Estos factores, entre otros, dieron
lugar al surgimiento de las técnicas de Intervención en Crisis, su delimitación
y estudio, y a la creación de unidades especiales para su aplicación en el
tratamiento de diversos trastornos mentales y situaciones especiales.
Su desarrollo constante, su amplia
utilización y su gran alcance, motivan que se incluyan como un importante
acápite en la formación de los profesionales de la salud mental.
1. CRISIS. ANTECEDENTES HISTORICOS. CONCEPTO.
El primer antecedente histórico de la
realización de la práctica de lo que hoy se conoce como intervención en crisis
está en los trabajos de Lindemann a raíz del incendio de Coconut Grove, Boston,
en 1942, en el que murieron 493 personas.
Lindemann y su equipo implementaron un modelo de atención a los sobrevivientes
y a los familiares de las víctimas, para esto se apoyó en algunas agencias
comunitarias y sentó el precedente para la creación futura de centros
comunitarios de salud mental. Este
trabajo también se considera clásico por su abordaje de los síntomas
psicológicos de los sobrevivientes y su implicación en el proceso de duelo.
A esta experiencia eminentemente
clínica se unen con posterioridad los trabajos de Caplan desarrollados a partir
de la psicología del desarrollo de Erickson (1963) en la que se plantea que el
ser humano está dotado para entender el desarrollo en la medida en que pasa por
ocho etapas claves. El tránsito de una
etapa a otra y la importancia de los recursos personales y sociales en
determinar si el curso de una crisis termina en mejoramiento o empeoramiento,
fueron aspectos en los que este autor centró su atención.
Según Caplan cuando el individuo en
las etapas iniciales de desarrollo fracasa en su enfrentamiento a las crisis,
bien sea por una ayuda inadecuada o ausente, queda “marcado” para
desorganizaciones posteriores. Visto
así, la labor de promoción y prevención desde etapas tempranas de la vida cobra
una importancia capital.
Comienza entonces una labor de
adiestramiento por parte de los profesionales de la salud mental a maestros,
enfermeros, asesores jurídicos, miembros de diversas agencias de la comunidad
con el fin de dotarlos de los conocimientos necesarios para realizar una labor
de “diagnóstico precoz” de las crisis, mediante la identificación de ciertos
elementos que anuncian su ocurrencia inmediata.
Las líneas telefónicas para ayuda a
suicidas, con un servicio permanente, constituyeron el próximo paso para el
desarrollo de esta nueva tendencia.
Comenzó el desarrollo de técnicas específicas para este trabajo.
Otro hecho que contribuyó a la
aparición de Unidades de Intervención en Crisis fue el que durante la II Guerra Mundial el
ejército de los EEUU, tuvo un mayor número de bajas por trastornos psicológicos
y psiquiátricos que por muertes en combate.
Esta situación, unida al desarrollo teórico de algunas doctrinas que
comenzaban a estar en boga en esa época, dio lugar a que diversos profesionales
de la Psiquiatría
y la Psicología
comenzaran la búsqueda de un modelo de conocimiento y atención de ciertas
situaciones particulares que originaban hechos como el referido.
Se comenzó a pensar en buscar
alternativas que permitieran la rápida recuperación de los sujetos enfermos y
su reincorporación lo antes posible a sus actividades habituales. Ya en la Guerra de Corea el propio ejército norteamericano
instaló unidades de atención psiquiátrica y psicológica en la segunda línea de
combate, en lugar de hacerlo en la retaguardia que era el sitio habitual de las
mismas, y creó equipos integrados por profesionales de distintos perfiles los
cuales poseían un entrenamiento especial para el diagnóstico rápido y confiable
y el abordaje psicoterapéutico intensivo de varias situaciones patológicas,
todo esto unido al uso de psicofármacos cuyas características farmacológicas,
vías de administración y dosis permitían un efecto rápido y seguro.
Los resultados fueron sorprendentes
al compararlos con los de la contienda anterior, y esto motivó que al conocerlos numerosos
profesionales se interesaran en esta modalidad de atención y en la posibilidad
de su aplicación en la vida civil.
Posterior desarrollo se alcanzó con
el surgimiento de las Unidades de Intervención en Crisis, concebidas en sus
inicios como parte de los Hospitales Psiquiátricos y de los Servicios de
Psiquiatría en los Hospitales Generales.
El enfoque comunitario de la Psiquiatría y la Psicología , el estudio
de los diversos factores psicosociales que participan en la génesis de la rotura del equilibrio salud-enfermedad
mental, la comprensión de la importancia que tiene la rápida reincorporación
del paciente a su medio habitual, son algunos de los elementos que
enriquecieron la concepción de las crisis y su abordaje.
2. INFLUENCIAS TEÓRICAS.
En general se aceptan que son cuatro
las influencias básicas en la teoría de las crisis:
- La teoría sobre la evolución de Charles Darwin.
- La teoría psicológica de Freud.
- La teoría de Erickson sobre el desarrollo del ciclo
de la vida.
- La teoría de los eventos vitales y el modo de
enfrentamiento.
Veamos entonces el concepto de crisis
y algunos otros elementos de interés.
CRISIS: Es un estado temporal de trastorno y
desorganización, caracterizado principalmente por la incapacidad del individuo
para abordar situaciones particulares utilizando métodos acostumbrados para la
solución de problemas y por el potencial para obtener un resultado radicalmente
positivo o negativo (Slaikeu, 1984).
En resumen, podríamos decir que la
crisis es:
Un momento en la vida de un individuo
quien debe enfrentar, de manera impostergable, una situación de conflicto de
diversa etiología, la cual es incapaz de resolver con sus mecanismos habituales
de solucionar problemas.
De esto se deriva que la crisis es el
momento ideal para intervenir al paciente ya que su vulnerabilidad ante
las acciones externas es máxima. De las
crisis nadie sale igual que antes. Se
sale mejor o peor.
Las crisis son devastadoras, pero
simultáneamente brindan al sujeto la oportunidad de “crecer” en términos
psicológicos en una dimensión en que probablemente nunca lo haría de no
encontrarse en una situación crítica. Un
viejo proverbio chino reza: “Bienvenidas las crisis”, de hecho, el ideograma
chino que representa el término “crisis” es una combinación del carácter que
significa “peligro” y el que significa “oportunidad”.
Una crisis puede desencadenarse
debido a la “amenaza de un divorcio inminente” en una persona que jamás ha
tenido dificultades psicológicas o psiquiátricas, o a un cambio de domicilio de
un esquizofrénico crónico. En ella
influyen factores tan biológicos e individuales como los que determinan la recurrencia
de un Trastorno Bipolar en un sujeto, como psicosociales y colectivos en el
caso de una familia ante la destrucción de su hogar por un incendio.
Hay sujetos que enfrentan un evento
vital que representa una crisis para ellos y lo hacen con éxito experimentando
un crecimiento psicológico en términos de madurez, sin embargo, existen otras
personas que al enfrentar el mismo evento sufren un retroceso y exhiben
problemas psicológicos. ¿A qué se debe
esto?
Parece ser que en esta dualidad de
respuestas influyen varios factores: el evento vital propiamente dicho
constituye el primer elemento. La muerte
del cónyuge, el divorcio, la muerte de un hijo, son acontecimientos que por sí
solos son capaces de desencadenar una crisis.
En este punto cabe señalar que uno cualquiera de estos eventos puede
tener matices importantes en cuanto a la significación que tiene su ocurrencia
para el sujeto. El “paquete” de recursos
psicológicos de enfrentamiento de que dispone el sujeto afectado es otro
elemento esencial. Bien sea innato o
adquirido a través de la experiencia, lo cierto es que algunas personas están
mejor equipadas que otras para enfrentar su paso por la vida. Un tercer elemento sería la ayuda disponible
para apoyar al sujeto durante su enfrentamiento. La familia, los amigos, los compañeros de
trabajo, y algunos grupos comunitarios pueden ser especialmente útiles si son
capaces de brindar soporte al individuo en crisis, asesorar su enfoque del
evento y sus consecuencias, y sencillamente brindar alivio a través del
mecanismo de la “pena compartida”.
3. PUNTOS CLAVES
Hay varios puntos clave en el
concepto:
- La crisis es breve, es un momento, pero de una
intensidad violenta.
- Las crisis siempre están asociadas a una situación
de conflicto.
- La necesidad de solucionar el conflicto es
inmediata, ineludible.
- Predomina en el sujeto la sensación de incapacidad,
de inutilidad, que regularmente conduce a la minusvalía.
La brevedad de la crisis nos sume en
una reflexión dicotómica: por una parte afortunadamente su duración es muy
corta pues el desequilibrio que origina resulta espectacular, pero al mismo
tiempo esa duración obliga a quienes la van a intervenir a actuar de modo
enérgico, preciso y rápido.
Miremos la crisis como un momento de
transición en el que el sujeto puede tomar una de dos alternativas: una
positiva y otra negativa. Es como si el
individuo se encontrara haciendo equilibrio en uno sólo de sus pies en una
punta de una montaña y no pudiera mantener por más tiempo esa posición. Si a un lado de la montaña situamos el
empobrecimiento, el retroceso, la disminución de la autoestima y al otro el
crecimiento p’psicológico, la madurez, el aumento de la autoestima y el
enriquecimiento recursivo para situaciones futuras, podremos darnos cuenta
fácilmente qué importante resulta la dirección hacia la cual rodará el paciente
cuando no pueda sostenerse más.
La concomitancia de un factor
desencadenante y la necesidad impostergable de dar una respuesta a lo que
ocurre, le imprimen una tónica sui géneris al asunto, ya que el individuo
“tiene que resolver una situación de conflicto, que reviste un interés especial
para él, tiene que hacerlo de modo eficaz y además rápidamente por lo que no
dispone de tiempo extra para consultar, asesorarse, relajarse, o hacer consideraciones”.
Habitualmente cuando se habla de
crisis, se diferencian dos tipos: las crisis circunstanciales y las del
desarrollo. Las primeras son súbitas,
inesperadas, ocurren por accidente y se originan a partir de la ocurrencia de
un evento vital. Hay ejemplos de este
tipo de crisis que son citados por todos los autores debido a la alta
agresividad de ciertos eventos, como es el caso de la muerte del primer amor en
un desastre natural y el hecho de ser víctima de un crimen violento tal como
ataques o violaciones. Otros eventos
vitales de menor significación aparentemente también pueden desencadenar una
crisis de este tipo. Las crisis del
desarrollo se vinculan al tránsito de una etapa del crecimiento a otra desde la
infancia hasta la senectud. Se afirma
que en cada etapa del desarrollo deben cumplirse un determinado número de
tareas que se relacionan con el crecimiento propio de dicha etapa; cuando se
produce una interrupción o distorsión en dichas tareas existe la posibilidad de
que se desencadena una crisis. Esto
podría ser en extremo útil cuando se trate de hacer labor de prevención, ya que
éstas serían en cierta medida “predecibles” o al menos puede realizarse cierto
monitoreo en personas expuestas a riesgo y evitar que la crisis vuelva a ocurrir.
En el caso de las crisis
circunstanciales es de gran importancia el estudio y comprensión de lo que se
denomina eventos vitales, los cuales son sucesos específicos de la vida
que pueden ocurrir de forma aislada o en sucesión y que tienen el potencial necesario
para precipitar una crisis. En relación
con este tema se han realizado múltiples estudios acerca de eventos tales como
el matrimonio, el divorcio, la muerte y el duelo, la migración, la jubilación y
los desastres naturales, por sólo citar algunos, y su potencialidad para
provocar una crisis.
Holmes y Rahe en 1967 publicaron una
lista de eventos vitales a la que llamaron Escala de Readaptación Social
y en la que enumeran una serie de sucesos en orden descendente de importancia,
a los que asignaron un valor o peso numérico en lo que llamaron unidades de
cambio en la vida. Según ellos, la
suma del número de unidades de cambio en la vida de los eventos vitales que le
ocurren a un sujeto durante un periodo de tiempo dado permite conocer la
posibilidad del desencadenamiento de una crisis en dicho individuo. Así vemos que un número igual o mayor a 350
unidades de cambio en la vida ocurrido durante un periodo de un año debe
desembocar en una crisis para el sujeto en cuestión.
De cualquier forma, el impacto que
cualquiera de estos eventos tiene en la vida de un individuo hay que
considerarlo teniendo en cuenta varios elementos que matizan su “peligrosidad”
tales como el tiempo en el que ocurre, la duración, su intensidad –tanto la
real como la vivenciada por el individuo, si ocurre aislado o en conjunción con
otros eventos, y la secuencia.
En general, podemos decir que hay
varios aspectos que se derivan del desencadenamiento de una crisis que son los
que le otorgan a este episodio sus características particulares. Estos son:
·
La agresión cognoscitiva.
·
La desorganización emocional.
·
Disminución de las defensas.
·
La anulación de las capacidades de
enfrentamiento.
·
La presión del tiempo.
1.
La crisis “rompe”, o “daña” las estructuras
cognoscitivas que la persona tiene de la vida y se produce un fenómeno de
incompatibilidad entre el suceso nuevo y la formación de que dispone el sujeto.
2.
El sujeto en crisis sufre una debacle
emocional, en la que se observa una dominancia en la afluencia de afectos
inadecuados que potencian los efectos nocivos del evento vital desencadenante.
3.
La sensación de “todo está perdido”, de “no
hay nada por qué luchar” es común en los sujetos en crisis. El incremento en la vulnerabilidad del
individuo que se deduce de esta situación refuerza la idea de que este momento
es quizás muy oportuno para las intervenciones debido a la alta permeabilidad y
sugestionabilidad del sujeto.
4.
El fracaso al emplear los mecanismos
habituales de solucionar problemas, los cuales han sido eficaces durante años
en la vida del individuo, hace que la solución racional de los problemas se
torne imposible.
5.
El periodo de tiempo de duración de la
crisis afecta en modo considerable la situación del que la vive. La incapacidad del hombre de tolerar la
incertidumbre y la desorganización incrementan la sensación de incapacidad y a
su vez potencian los efectos nocivos de los elementos anteriores.
4. ETAPAS DE LA
CRISIS.
Las crisis evolucionan en la medida
que pasan por varias etapas que hemos resumido de la siguiente manera:
1.
Ocurrencia del evento vital:
- Aumento de la tensión emocional
- Empleo de mecanismos habituales de
solución de problemas
2.
Fracaso de los mecanismos utilizados +
persistencia del evento vital:
- Mayor aumento de la tensión
- Inicio de la desorganización,
ineficacia, minusvalía
3.
Ensayo de nuevos mecanismos de
enfrentamiento:
- Atenuación del evento vital
- Éxito de los nuevos mecanismos de
enfrentamiento
- Redefinición del problema
- Planteamiento de nuevas metas.
Cuando no ocurre ninguno de los
resultados del paso número 3, entonces:
4.
Aumento de la tensión a límites
insoportables:
-Grave desorganización emocional y
conductual
Como se deduce de lo anteriormente
expuesto, después de la ocurrencia de una crisis, el sujeto nunca queda igual,
las crisis desembocan ineludiblemente en dos situaciones: mejoría o
empeoramiento. Aunque en teoría pudiera
ocurrir que el individuo después de una crisis quede exactamente igual que
antes de la ocurrencia de ésta, queda claro que en la práctica esto es virtualmente
imposible.
La resolución de las crisis entonces
debe basarse en la restauración del equilibrio logrado sobre la base de un
incremento en el dominio cognoscitivo de la situación por parte del sujeto, la
implementación de nuevos modos de enfrentamiento que enriquezcan el paquete de
que se disponía antes del episodio, el empleo de la ayuda externa, y los
cambios conductuales implícitos a todo lo anterior. Si esto ocurre de esta forma el individuo
crece psicológicamente y se torna más maduro y capaz de enfrentar situaciones
futuras similares o no a la vivida.
En resumen, podemos decir que antes
de que ocurra un suceso de crisis el individuo está equilibrado y en salud,
insertado en su hogar, familia, grupo social, comunidad y nación. La ocurrencia de un evento vital capaz de
desencadenar una crisis afecta al individuo quien pierde su equilibrio, lo cual
se manifiesta de una u otra manera en todas las formas de interacción de su
personalidad. La reacción del sujeto, en
su afán de enfrentar la crisis, afecta a los que le rodean en un efecto que
pudiéramos comparar con el de la expansión de las ondas en el agua al arrojar
una piedra a un lago, o sea, resultarán más afectados por la crisis quienes se
encuentren más cercanos a él. Aquí se
produce lo que se llama primera ayuda psicológica que será
brindada por familiares, amigos íntimos, y otros miembros de los grupos
comunitarios más allegados. Comienza el
trabajo por restaurar el equilibrio resolviendo la crisis. Es posible que se necesite ayuda especializada
y entonces nos encontramos ya frente a la intervención de segundo orden o
terapia en crisis. De cualquier
manera se produce el equilibrio ya sea para la salud o para la enfermedad, y
nuevamente ocurre el efecto de la piedra en el agua a partir del nuevo estado
alcanzado por el individuo.
INTERVENCIÓN EN CRISIS.
CONCEPTO Y OBJETIVOS.
MODALIDADES.
1. OBJETIVOS:
2. ALCANCE Y LIMITES:
3. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN CRISIS.
EL “PROBLEMA FOCAL”. LINEAS DE
INTERVENCIÓN.
4. NUEVAS MODALIDADES DE INTERVENCIÓN EN CRISIS.
5. INTERVENCIÓN EN CRISIS AMBULATORIA.
6. INTERVENCIÓN EN CRISIS EN EL HOGAR.
7. INDICACIONES MAS FRECUENTES.
8. UNIDADES DE INTERVENCIÓN
EN CRISIS. CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES.
INTERVENCIÓN EN CRISIS.
CONCEPTO Y OBJETIVOS.
MODALIDADES.
Podemos utilizar el concepto de
Slaikeu que propone que la intervención en crisis es un proceso de ayuda
dirigida a auxiliar a una persona o familia a soportar un suceso traumático de
modo que la probabilidad de debilitar los efectos (estigmas emocionales, daño
físico) se aminore y la probabilidad de crecimiento (nuevas habilidades,
perspectivas en la vida, más opciones de vida) se incremente.
Si queremos decirlo en términos
coloquiales, la intervención en crisis puede concebirse como las acciones de
diverso grado de complejidad destinadas a ayudar un individuo que se encuentra
en pleno proceso de crisis. O mejor aún,
la intervención en crisis es la estrategia que toma lugar en el momento de
una desorganización grave (Slaikeu, 1984).
En relación con la intervención en
crisis no se puede afirmar que exista un modelo que haya sido rigurosamente
evaluado en términos científicos, y aunque se han hecho numerosos trabajos
sobre el tema, en realidad en su mayoría son estudios clínicos. Sin embargo, hay que considerar lo que
refieren los que día a día trabajan en
este campo, manejando las crisis, ayudando a los que sufren, y que sin duda
poseen el bagaje de la experiencia práctica.
La terapia en las crisis se limita en
el tiempo a un periodo que oscila entre una y seis semanas, haciendo coincidir
el proceso de ayuda con el lapso que tarda recuperar el equilibrio, que según
la mayoría de los autores es de seis semanas.
También cabe señalar que la psicoterapia a corto plazo exhibe ventajas
económicas y terapéuticas adicionales por efectuarse directamente durante la
crisis.
Existe la llamada Ley de Hansel, que
afirma que la eficacia del servicio de intervención en crisis se incrementa al
instante como función de su proximidad en tiempo y lugar del suceso de crisis
(McGee 1976). En función de esto, las
instancias especializadas se preocupan de brindar atención permanente las 24
horas e incluso disponen de equipos capaces de trasladarse para atender las
personas en el lugar donde ocurre la crisis.
Vale retomar la idea de que la crisis
es un momento que debe aprovecharse al máximo, tanto para disponer de la
máxima motivación por parte del individuo afectado, como para evitar el arraigo
de patrones disfuncionales en la vida del mismo.
1. OBJETIVOS:
Se supone que el objetivo de la
intervención en crisis es auxiliar al individuo a recuperar el equilibrio que
tenía antes del suceso causal. En la
práctica esto casi nunca ocurre, miremos el asunto como si el individuo se
encontrara en una escalera. Si el sujeto
en crisis logra resolverla de modo satisfactorio, enriquece su repertorio de
modos de enfrentamiento, aumenta su autoestima y en sentido general crece
psicológicamente, por lo que recuperaría el equilibrio pero en un “escalón
superior” al que se encontraba antes de que ésta ocurriera. Si la crisis se resuelve de modo negativo, el
individuo se hallará entonces en un “escalón inferior” al original. Visto así, la intervención de primer orden o
primera ayuda psicológica tiene como objetivo reestablecer el
enfrentamiento, mientras que la intervención de segundo orden o terapia
en crisis, intenta la resolución de la crisis, ayudando al sujeto a
prender de la propia crisis, y alcanzar un nivel de funcionamiento
superior.
2. ALCANCE Y LIMITES:
Durante la intervención en crisis los
terapeutas son activos, directivos, y centrados en el logro de sus objetivos,
al contrario de lo que ocurre en las terapias de no crisis. Esto se debe en primer lugar al lapso de
tiempo disponible que es mucho más breve, y en segundo lugar a la necesidad del
paciente de ser ayudado en su “desorganización”, la que le impide el análisis
necesario y la toma de decisiones subsecuente.
Es por ello que el terapeuta debe tener muy claro todo el tiempo cuales
son sus objetivos, y estar vigilante para no causar daño mientras “influye” al
paciente con sus orientaciones.
El alcance de la actuación del terapeuta
como se puede deducir es mucho más amplio en cuanto a libertades se refiere, ya
que en casos de severa desorganización puede ejecutar una serie de acciones muy
directivas una vez que el paciente ha sido debidamente evaluado. En general los terapeutas de intervención en
crisis establecen sus límites sobre bases contractuales que le permiten
desplazarse por un “territorio” con la seguridad de que sus acciones y
sugerencias no serán cuestionadas en el sentido legal. Esto de cualquier manera coloca una enorme
responsabilidad sobre los hombros de estas personas que deben constantemente
evaluar cada una de sus actuaciones y alternar la orientación casi autoritaria
con la flexibilidad necesaria para la discusión y la negociación.
En resumen, la intervención en crisis
puede decirse que debe:
1.
Facilitar la comunicación y la expresión y
reconocimiento de emociones y sentimientos.
2.
Realizar una exploración cognoscitiva del
daño producido por la crisis y las secuelas ocasionadas, posteriormente
desarrollar nuevas conceptualizaciones de sí mismo y de todo lo ocurrido.
3.
Diseñar nuevos modos de enfrentamiento, que
se pongan en práctica después de su análisis y ensayo.
3. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN CRISIS.
EL “PROBLEMA FOCAL”. LINEAS DE
INTERVENCIÓN.
La primera intervención que debe
hacerse es entre la intervención en crisis de primer y segundo orden.
La intervención en crisis de primer
orden o primera ayuda psicológica
está caracterizada por su sentido de oportunidad. Esto quiere decir que aunque en la mayoría de
las ocasiones se resume a una sola sesión, que puede tomar desde varios minutos
hasta horas en dependencia de la crisis y de la pericia del prestador de ayuda,
debe ser brindada lo más inmediatamente posible una vez desencadenada la
crisis, en el momento y lugar donde ocurre esto y por las personas que observen
lo ocurrido o tengan un conocimiento concreto de ello, que pueden ser padres,
maestros, policías, consejeros legales, médicos, trabajadores sociales, etc.. Su objetivo es proporcionar apoyo,, evitar o
reducir la mortalidad y vincular al sujeto con otros sistemas de ayuda más
especializados.
Cómo proceder en estos caos
constituye una de las interrogantes más comunes en quienes se interesan en el
tema. De manera sencilla y resumida: el
prestador de ayuda debe mostrarse atento, empático, saber escuchar lo que
refiere el paciente, observador, metódico en sus preguntas, orientador y
responsable en cuanto a sugerencias o ideas, pero si tuviéramos que priorizar
una sola de las características de este prestador, según nuestra experiencia
práctica, diríamos que debe irradiar calor humano al paciente.
El procedimiento que se recomienda
durante la primera ayuda psicológica es:
1. Establecer contacto psicológico.
1.
Estudiar las características del conflicto.
2.
Examinar las posibles soluciones.
3.
Ayudar/dirigir toma de decisiones y
conducta.
4.
Monitorear la evolución.
Haremos una sinopsis de cada uno de
estos pasos para su esclarecimiento:
1.
Mostrar empatía , transmitir al paciente que
se le está escuchando, exhibir solidaridad y calor humano.
2.
Tratar de esclarecer cuales son las
verdaderas necesidades del paciente, establecer una jerarquía de inmediatez y
precisar en qué áreas y en qué grado la crisis lo ha afectado.
3.
Postular posibles soluciones que se correspondan
con la jerarquía establecida en el paso anterior.
4.
Ayudar o dirigir la toma de decisiones y la
implementación de las soluciones determinadas.
5.
Observar si se han cumplido los objetivos
propuestos para la primera ayuda psicológica.
La intervención en crisis de segundo
orden o terapia de crisis puede considerarse como un proceso
terapéutico más completo, a corto plazo y que pretende dirigir la resolución de
la crisis. Esto significa lograr que el
paciente se haga del dominio cognoscitivo de lo que le está ocurriendo, que sea
capaz de expresar y reconocer sentimientos y que logre integrar esto a su
concepción de la vida, propiciando así el crecimiento psicológico. La terapia en crisis es una tarea a corto plazo
–algunas semanas o meses- y se debe realizar en las condiciones propias para
estos menesteres con la suficiente comodidad y privacidad para facilitar el
trabajo durante las sesiones. También
requiere de cierta formación profesional y un entrenamiento específico en estas
labores por parte de los prestadores de ayuda o psicoterapeutas.
El procedimiento a seguir, de acuerdo
con el modelo más frecuentemente utilizado, expresado en forma resumida es:
1.
Evaluación integral del paciente.
2.
Terapia.
1. Esta evaluación incluye el estudio
del o los sucesos precipitantes, el problema presente o problema focal,
el contexto en el cual ocurre y se desarrollo la crisis, y el funcionamiento
del paciente basado en el perfil CASIC que explora aspectos conductuales,
afectivos, somáticos, interpersonales y cognoscitivos antes y durante la
crisis.
El problema focal (Harper y Cotton,
1991) resulta clave pues es la base del trabajo con el paciente y con la
familia. A partir del mismo se perfilan
los objetivos durante el tratamiento y sirve de guía para evaluar los resultados
del trabajo. En ocasiones constituye el
eslabón que cohesiona a los elementos necesarios para el desarrollo de las
intervenciones.
2.
La terapia se inicia con el análisis del modo de enfrentamiento
utilizado por el paciente y del resultado del perfil CASIC durante la crisis y
se continúa con el trabajo en cuatro tareas que están vinculadas directamente
con el desempeño anterior del paciente, éstas son: supervivencia física,
expresión de sentimientos, dominio cognoscitivo y adaptaciones conductuales/interpersonales.
4. NUEVAS MODALIDADES DE INTERVENCIÓN EN CRISIS.
Desde hace algunos años la
intervención en crisis desbordó los muros del hospital y las líneas telefónicas
y junto al desarrollo de la concepción biopsicosocial del proceso Salud-Enfermedad
Mental, ha dado lugar a que se describan e implementen modalidades de
intervención en crisis en escuelas, en centros de la comunidad, en el hogar y
en centros de trabajo, por sólo citar algunas.
5. INTERVENCIÓN EN CRISIS AMBULATORIA.
El desarrollo de la Psiquiatría Comunitaria y de la Atención Primaria
en Salud Mental creó las premisas necesarias para el surgimiento de los Centros
de Salud Mental Comunitaria en diversos lugares del mundo. Las técnicas de intervención en crisis se han
abierto su propio espacio en estos centros, brindando una opción diferente y
altamente demandada por los pacientes que a ellos acuden.
Un equipo de Salud Mental con el
entrenamiento necesario para el abordaje de las crisis puede abortar el curso
de un gran número de situaciones que en otras condiciones terminarían en los
servicios de urgencia psiquiátrica de un hospital.
6. INTERVENCIÓN EN CRISIS EN EL HOGAR.
Las crisis en el hogar pueden ser
abortadas de modo rápido y eficaz por un equipo de intervención en crisis que
se traslade al hogar y realice in situ los primeros pasos de la
estrategia de intervención.
Conflictos de pareja, de familia,
situaciones potencialmente violentas, entre otros, se incluyen entre los
sucesos más frecuentes que ocurren en este contexto.
El equipo que realiza la intervención
puede estar vinculado a un Centro de Salud Comunitario o a una Unidad de Crisis
de un hospital general, y brindar este servicio ambulatorio como una
alternativa de atención a la comunidad.
7. INDICACIONES MAS FRECUENTES.
La intervención en crisis es la
estrategia de elección en muchos casos de la vida diaria en que acuden a los
servicios de urgencias de hospitales y centros de salud, o que no demandan
ayuda por desconocimiento o por no existir la disponibilidad de atención.
Los conflictos situacionales en los
que se aprecia una ineficacia por parte del paciente para manejar lo que ocurre
constituyen la indicación más frecuente de las técnicas de intervención en
crisis.
Los desajustes en la dinámica familiar
o matrimonial en personas hasta entonces sanas y que enfrentan una situación
extrema también deben ser abordados con esta modalidad.
8. UNIDADES DE INTERVENCIÓN
EN CRISIS. CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES.
Las unidades de intervención en
crisis son instancias especializadas para el cuidado de pacientes en crisis que
disponen de los recursos tecnológicos y humanos necesarios para garantizar el
logro de su razón de ser.
Su creación se debe a la conjugación
de varios factores: el desarrollo de la teoría de las crisis y el surgimiento
de las técnicas de intervención en crisis, la aparición de las modernas
unidades de cuidados intensivos, coronarios y cerebrovasculares donde la
tecnología y el hombre se unen en su lucha contra la muerte, y el reconocimiento
por parte de los que trabajamos en el campo de las salud mental de que se hacía
necesario un nuevo modelo de atención que lograra satisfacer la demanda
especializada que tenía la población a la que brindamos cobertura.
Son pequeñas salas, con una dotación
que varía entre 5 y 10 camas, para la hospitalización breve y el tratamiento
intensivo de las crisis que requieren internamiento hospitalario –intentos
suicidas, conducta activa y desordenada potencialmente violenta u homicida,
etc.- y asistidas por un equipo de salud mental integrado por profesionales y
técnicos (psiquiatras, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales,
auxiliares terapéuticos y voluntarios de la comunidad) altamente capacitados y
entrenados en modernas alternativas de tratamiento farmacológico y
psicoterapéutico, y que exhiben condiciones humanas de entrega, dedicación,
responsabilidad, solidaridad y capacidad de trabajo en equipo. Este grupo debe además saber conjugar
adecuadamente en su trabajo diario la minuciosidad y método propio del
científico con la flexibilidad y la capacidad de cambiar de estrategia
súbitamente ante un acontecimiento inesperado, así como poseer la madurez
necesaria para un adecuado intercambio de roles entre sus miembros.
El trabajo en las unidades de intervención
en crisis tiene como objetivos:
·
Brindar/complementar la primera ayuda
psicológica al paciente.
·
Iniciar la terapia en crisis.
Ò Evaluación integral
del paciente.
Ò Vincular/continuar
asistencia psicoterapéutica del paciente.
·
Devolver al individuo a su medio lo antes
posible.
Estas instancias se
incluyen dentro de la categoría de salas de hospitalización de corta estadía,
ya que la permanencia de los pacientes en las mismas no debe sobrepasar los 7
días –hay autores que proponen 10
a 15 días como máximo- teniendo como promedio una
estancia de 3 a
5 días. Por lo regular se encuentran
situadas formando parte de hospitales psiquiátricos o de servicios de psiquiatría en hospitales
generales, aunque en los últimos años en algunos países comienzan a verse en
centros enclavados en la comunidad.
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