I. LAS FASES DEL
DESARROLLO PSICOLÓGICO SEGÚN MAHLER
Margaret Mahler dice en su teoría que "el nacimiento biológico del infante humano y el nacimiento psicológico no coinciden en el tiempo. El primero es un acontecimiento espectacular, observable y bien circunscripto; el último es un proceso intrapsíquico de lento desarrollo".
"Denominamos al nacimiento psicológico del
individuo 'proceso de separación- individuación': el establecimiento de un
sentimiento de separación respecto de un mundo de real, y de una relación con
él, particularmente con respecto a las experiencias del 'propio cuerpo' y al
principal representante del mundo tal como el infante lo experimenta, el
'objeto primario de amor'. Este proceso, como cualquier otro proceso
intrapsíquico, se manifiesta a todo lo largo del ciclo vital. Nunca termina;
sigue siempre en actividad; en nuevas fases del ciclo vital observamos cómo
actúan aún nuevos derivados de los procesos más primitivos. Pero los
principales logros psicológicos de este proceso ocurren en el periodo que va
del 4° o 5° mes a los 30 o 36 meses, lapso que denominamos 'fase de separación-
individuación". Los precursores del proceso de separación- individuación
son la fase autística normal y la fase simbiótica normal.
Acerca de las fases.- "El autismo normal y la simbiosis normal son prerrequisitos del
comienzo del proceso normal de separación- individuación. Ni la fase autística
normal ni la simbiótica normal, ni cualquiera de las subfases de la separación-
individuación, es totalmente reemplazada por la fase siguiente. Desde un punto
de vista descriptivo, es posible observar similitudes entre ellas: pueden
diferenciarse conceptualmente sobre la base de agrupamientos de fenómenos
conductuales, pero se superponen en medida considerable.
Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo, cada
fase se presenta como un periodo en que se hace una contribución
cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del individuo. La fase
autística normal sirve para la consolidación postnatal del desarrollo fisiológico
extrauterino. Promueve la homeostasis postfetal. La fase simbiótica normal
marca la importantísima capacidad filogenética del ser humano para investir a
la madre dentro de una vaga unidad dual, que constituye la tierra primordial a
partir de la cual se forman todas las relaciones humanas siguientes. La fase de
separación- individuación se caracteriza por un continuo aumento de la
conciencia de separación del 'sí-mismo' y del 'otro', que coincide con los
orígenes del sentimiento de sí-mismo, de la verdadera relación de objeto, y de
la conciencia de una realidad existente en el mundo exterior".
"El autismo normal y la simbiosis normal son los
dos primeros estadios de no diferenciación: el primero es no objetal, el último
es preobjetal (Spitz). Los dos estadios ocurren antes de la diferenciación de
la matriz indiferenciada (Hartmann y otros), es decir, antes de que se haya
producido la separación e individuación y la emergencia del 'yo rudimentario
como estructura funcional'".
Pautas de acercamiento- alejamiento.- Son "pautas cambiantes con que el infante se
aleja de la madre y vuelve a ella. Cada subfase tiene sus pautas
características, determinadas por el progresivo desarrollo motor y cognitivo
del niño y por las cambiantes necesidades de distancia o cercanía".
Estas pautas tienen relación con la "distancia óptima", concepto al cual Mahler se refiere en los siguientes
términos: "A medida que el infante crece y se desarrolla, hay para cada
estadio una posición entre madre e hijo que es la que mejor permite a éste
desarrollar las facultades que necesita para crecer, es decir, para
individuarse. Durante el estadio simbiótico el infante se amolda al cuerpo de
la madre; durante la subfase de diferenciación comienza a separar su cuerpo del
pecho de la madre para poder explorarla libremente mediante el tacto y la
visión de cerca. El infante en periodo de ejercitación se distancia en el
espacio para tener oportunidad de explorar; durante el acercamiento el
deambulador necesita ir y volver para encontrar a su madre disponible, pero sin
que esta interfiera. La distancia óptima la fija el narcisismo secundario en
desarrollo, y también la cambiante relación objetal y las funciones del yo en
desarrollo".
Descripción secuencial de las fases del desarrollo
psicológico del infante humano según Margaret Mahler
1. Fase
autística normal (Primeras semanas)
"Primeras semanas de vida intrauterina, durante
las cuales el neonato o el infante pequeño parece ser un organismo casi
puramente biológico, con respuestas instintivas a los estímulos que son
reflejas y ocurren en el nivel del hipotálamo. Durante esta fase sólo podemos
hablar de aparatos primitivos y no integrados del yo y de mecanismos de defensa
puramente somáticos, que consisten en reacciones de desbordamiento y descarga,
cuyo fin es el mantenimiento del equilibrio homeostático.
La posición de la libido es predominantemente visceral
y no hay discriminación entre dentro y fuera, animado e inanimado. Al comienzo,
debido a que son muy altos los umbrales para estímulos externos, el infante
parece estar en un estado de desorientación alucinatoria primitiva negativa, en
el cual la satisfacción de necesidades pertenece a su propia órbita autística y
omnipotente".
a. Catexia propioceptiva-enteroceptiva.- Catexia del interior del cuerpo, experimentada en
forma de tensiones o sensaciones que nacen de dentro y se descargan por la tos,
escupiendo, vomitando, retorciéndose, llorando, etc., que prevalecen durante
las primeras semanas de vida".
b. Narcisismo primario.- "Estado que prevalece durante la primera semana
de vida, en que la satisfacción de necesidades no se percibe como proveniente
del exterior, y en que no hay ninguna conciencia de que exista un agente
maternante. Es afín a la 'omnipotencia infantil absoluta' de Ferenczi. Este estadio
va seguido por otro de oscura conciencia de que uno mismo no puede proveeer a
la satisfacción de las necesidades".
c. Psicosis autística infantil.- "En el síndrome de autismo infantil hay una
fijación o una regresión a la fase autística de la más temprana infancia, es
decir, el niño no parece percibir en absoluto a su madre como representativa
del mundo exterior. Hay un muro helado entre el niño autista y el ambiente
humano. El autismo psicótico constituye un intento de lograr la
desdiferenciación y la deanimación; sirve para contrarrestar las múltiples
complejidades de los estímulos externos y las excitaciones internas que
amenazan aniquilar al yo rudimentario del niño autista. El mantenimiento de la
mismidad es el rasgo cardinal del síndrome de la psicosis autística".
2. Fase
simbiótica normal (1 a 5 meses):
"La simbiosis normal se anuncia por el
levantamiento de la fuerte barrera innata contra los estímulos que protegió al
infante pequeño de los estímulos internos y externos hasta la tercera o cuarta
semana de vida. Puesto que en el infante humano está atrofiado el instinto de
autoconservación, el yo tiene que asumir el papel de manejar la adaptación del
ser humano a la realidad. Sin embargo, el yo rudimentario del infante pequeño
no es adecuado para la tarea de organizar sus estímulos internos y externos de
manera de asegurar su supervivencia; la vinculación psicobiológica entre la
madre que cría y el bebé es lo que complementa el yo indiferenciado del
infante. En circunstancias normales, la empatía por parte de la madre es el
sustituto, entre los seres humanos, de los instintos en que se apoya para su
supervivencia el animal. La simbiosis normal se desarrolla en forma
concomitante con el descenso de la barrera innata contra los estímulos, a raíz
de la experiencia que se repite de una manera predecible, en que un agente
maternante exterior alivia las necesidades, el hambre y la tensión que viene de
dentro, es decir, funciona como yo auxiliar (Spitz)".
"La simbiosis se refiere a un estadio de
interdependencia sociobiológica entre el infante de 1 a 5 meses y su madre, un
estado de relación preobjetal o de satisfacción de necesidades, en el cual aún
no se han diferenciado las representaciones intrapsíquicas del sí-mísmo y de la
madre. Desde el segundo mes el infante se comporta y funciona como si él y su
madre fueran una unidad dual omnipotente dentro de un límite único y común (la
'membrana simbiótica')".
a. Unidad dual.- "Unidad simbiótica entre la madre y el niño,
imbuída por el niño de cualidades omnipotentes, en la cual existe un vago
sentimiento de la mitad simbiótica del sí-mísmo (el 'yo externo' de
Spitz)".
b. Ruptura del cascarón.-
"Proceso de salida del estado simbiótico de unidad con la madre, en el
sentido intrapsíquico. Es la 'segunda' experiencia de nacimiento, el nacimiento
psicológico, el proceso por el cual comienza a ser catexiado el mundo de 'lo
otro que no es la madre'. El infante que ha eclosionado ya abandonó el vago
estado crepuscular de simbiosis y está más permanentemente alerta y receptivo
para los estímulos de su ambiente, mas bien que sólo para sus propias
sensaciones corporales, o para las que emanan de dentro de la órbita
simbiótica".
c. Psicosis simbiótica infantil.- Aquí, "se ha alcanzado la fase simbiótica del desarrollo, aunque fuertemente distorsionada; el niño trata a la madre como si esta fuera parte de él mísmo, es decir, no existe exterior a su sí-mísmo sino fusionada con él. El niño es incapaz de integrar una imagen de la madre como un objeto distinto y totalmente externo, y en cambio parece mantener imágenes (introyectos) fragmentadas buenas y malas del objeto. Alterna entre el deseo de incorporar y de expulsar. Si no se administra terapia, se produce una interferencia insuperable en cualquier progreso hacia la separación- individuación, es decir, existe una fijación o regresión a la fase de la simbiosis patológica. Los mecanismos de restitución que crean la variada sintomatología constituyen intentos de restablecer y perpetuar una unidad simbiótica madre-hijo de carácter omnipotente; debido a los continuos estados abismales y al pánico que producen, el paciente se ve forzado a recurrir a una retirada secundaria que le permite refugiarse en un autismo (secundario), casi estabilizador. Los 'berrinches', así como una conducta autoagresiva, dominan muy a menudo el cuadro clínico".
3. Fase de
separación-individuación (5 meses - 2 años y medio):
"Fase del desarrollo normal que comienza
alrededor de 4 a 5 meses de edad, en el apogeo de la simbiosis y
superponiéndose con ésta. El infante muestra una creciente capacidad de
reconocer a su madre como una persona especial, de catexiar a inspeccionar el
mundo no materno, y de apartarse muy levemente, y más tarde muy decididamente,
de la madre. Es una fase del desarrollo que dura de los 5 meses a los 2 y medio
años, y sigue dos carriles separados pero intervinculados: uno es el de la
separación, que lleva a la conciencia intrapsíquica de la separación, y otro es
el de la individuación, que lleva a la adquisición de una individualidad
distinta y única. Se han identificado cuatro subfases del proceso de
separación-individuación. Aunque estas se superponen, cada subfase tiene sus
propias agrupaciones características de conductas, que la distinguen de la
precedente y de las siguientes. Las cuatro subfases son: 1) Diferenciación, 2)
Ejercitación, 3) Acercamiento, y 4) Consolidación de la individualidad y
comienzo de la constancia objetal emocional".
a. Reacciones a la separación.- "Estas varían de índole e intensidad en el curso
progresivo del proceso de separación-individuación. Durante la diferenciación,
observamos como característica una bajada de tono en caso de separaciones
breves, que a veces culmina, sin embargo, en llanto desesperado; durante el
periodo de ejercitación, hay un relativo olvido de la presencia de la madre;
durante el acercamiento, ocurren una multitud de reacciones, tales como la
búsqueda, el llanto, o una marcada ignorancia de la madre. Durante la cuarta
subfase, por lo general se toleran mejor las separaciones breves".
b. Precursores de defensa.- "Durante el proceso de separación- individuación
encontramos conductas primitivas que pueden considerarse como precursoras de
los posteriores mecanismos de defensa. Por ejemplo, apartar el cuerpo del de la
madre, no mirarla, cambiar de dirección alejándose de ella, ignorar su
presencia o su partida, son conductas que llevan a mecanismos de negación y
rechazo. Encontramos también una identificación primitiva con la madre -'hacer
de mamá'- en su ausencia, y una independencia prematura (falso yo) cuando hay
una deficiencia de maternación. Estos mecanismos son relativamente inestables:
van y vienen. Sirven tanto a la adaptación como a la defensa. La elección de
estos mecanismos depende de las características del niño y de la respuesta
selectiva de sus progenitores".
3.1. Subfase
de diferenciación (5-9 meses):
"Se
manifiesta de los 5 a los 9 meses de edad. Comienza a disminuír la dependencia
corporal total de la madre, a medida que la maduración de funciones
locomotrices parciales produce el primer intento de apartarse de ella. Las
conductas características que posibilitan la demarcación del yo respecto del
no-yo son la exploración visual y táctil del rostro y el cuerpo de la madre; el
apartar el cuerpo del de la madre para explorar un mundo más amplio y poder
mirarla; la verificación entre la madre y otros. El placer que producen las
incipientes funciones del yo y el mundo exterior se expresa en estrecha
proximidad con la madre. Al mismo tiempo, parece ocurrir la diferenciación de
una imagen corporal primitiva, pero distinta".
Reacciones ante extraños.- "Una variedad de reacciones ante personas que no
son la madre, particularmente acentuadas durante la subfase de diferenciación,
cuando ya se ha establecido firmemente una relación especial con la madre, como
lo evidencia la sonrisa especial que el niño le dirige. Las reacciones ante
extraños incluyen la curiosidad y el interés, y también la cautela y una
ansiedad leve o incluso fuerte. Esa ansiedad se calma al comienzo del periodo
de ejercitación, pero reaparece en diversos momentos a lo largo del proceso de
separación- individuación".
3.2. Subfase
de ejercitación (9-14 meses):
"Dura desde los 9 meses hasta los 14 meses de
edad. Durante este periodo el infante es capaz de alejarse activamente de la
madre y volver a ella, primero gateando y más tarde por el dominio de la
locomoción vertical. Es un periodo en el cual la exploración del ambiente,
animado e inanimado, y la ejercitación de capacidades locomotrices, están muy
investidas de energía libidinal".
Reabastecimiento emocional o libidinal.- "Durante la
subfase de ejercitación, el infante merodea lejos de la madre, pero cuando se
fatiga o se le agota la energía, busca restablecer el contacto corporal con
ella. Este 'reabastecimiento' lo revigoriza y restablece su interés anterior en
la ejercitación y exploración".
3.3. Subfase
de acercamiento (15-24 meses):
"Dura
desde los 14 o 15 meses hasta más o menos 24 meses de edad e incluso más
tiempo. Se caracteriza por un redescubrimiento de la madre, que es ahora un
individuo separado, y por una vuelta a ella después de las correrías
obligatorias del periodo de ejercitación. Al deambulador le agrada compartir
sus experiencias y posesiones con la madre, a la que percibe ya más claramente
como separada y exterior. La inflación narcisística de la subfase de
ejercitación va siendo paulatinamente reemplazada por una creciente comprensión
de la separación, y, junto con ella, de la vulnerabilidad. Son comunes las
reacciones adversas ante separaciones breves, y ya no se puede sustituir
fácilmente a la madre, ni siquiera por adultos familiares al niño. Esto culmina
a menudo en una crisis de acercamiento más o menos transitoria, que es de gran
significación evolutiva".
a. Crisis de acercamiento.- "Periodo que ocurre durante la subfase de
acercamiento en todos los niños, pero con gran intensidad en algunos; en él se
agudiza la comprensión del estado de separación. La creencia del deambulador en
su omnipotencia se ve fuertemente amenazada y éste ejerce coerción sobre el ambiente
mientras trata de restablecer el status quo, cosa que es imposible. La
ambitendencia ("la presencia simultánea de dos tendencias contrastantes,
conductualmente manifiestas; por ejemplo, un niño puede llorar y sonreír
virtualmente al mismo tiempo, aproximarse a la madre y en el último momento
desviarse y alejarse, o besarla y luego repentinamente morderla". ), que
se transforma a menudo en ambivalencia (es el valor o afecto con que se carga
al objeto, sentimientos de amor y odio), es en general intensa; el deambulador
desea estar unido con la madre, y al mismo tiempo separado de ella. Alcanzan su
apogeo los berrinches, quejas y humor triste, y se producen fuertes reacciones
a la separación".
b. Seguimiento y huída.- "Durante la subfase de acercamiento el niño sigue a veces cada movimiento de su madre como una sombra (shadowing); no puede perderla de vista o permitir que salga de su vecindad inmediata. A veces observamos la conducta opuesta: el niño huye, y espera a que su madre lo alce en brazos anulando así, por breves momentos, la 'separación'".
c. Escisión.- Mecanismo de
defensa que a menudo se encuentra durante la subfase de acercamiento (una vez
lograda una cierta medida del desarrollo del yo); el deambulador no puede
tolerar fácilmente los sentimientos simultáneos de amor y odio hacia la misma
persona. El amor y el odio no se amalgaman; la madre es sentida
alternativamente como toda buena o toda mala. Otra posibilidad consiste en que
la madre ausente sea sentida como toda buena, mientras los otros se vuelven
todos malos. Por ende, el deambulador puede desplazar la agresión al mundo
no-materno, a la vez que exagera el amor por la madre ausente y anhelada,
hiperidealizándola. Cuando la madre vuelve desquicia la imagen ideal, y los
reencuentros con ellas son a menudo penosos, porque la función sintética del yo
joven no puede curar la escisión. En la mayoría de los casos se hace posible
una síntesis gradual del todo "bueno" y el todo "malo" por
el yo en desarrollo.
3.4. Subfase
de individualidad y constancia objetal emocional (2 años en adelante):
"Comienza hacia el final del segundo año y es de
extremo abierto. Durante este periodo se logra un cierto grado de constancia
objetal, y se establece en medida suficiente la separación de la representación
del yo y del objeto. La madre se percibe claramente como una persona separada
II. RELACIONES OBJETALES
El término relaciones objetales se refiere a estructuras intrapsíquicas específicas, a un aspecto de la organización del yo y no a las relaciones interpersonales. Sin embargo, estas estructuras intrapsíquicas, las representaciones mentales del si – mismo y otros (el objeto), si se manifiestan en la situación interpersonal. Esto es, “el mundo interno de las relaciones objetales determina de una manera fundamental la relación del individuo con las personas en el mundo exterior. Este mundo…es básicamente el residuo de las relaciones del individuo con las personas de las que dependía para la satisfacción de necesidades primitivas en la infancia y durante las etapas tempranas de la maduración.”
El concepto no es nuevo en el pensamiento
psicoanalítico, y los precursores de la moderna teoría de las relaciones
objetales están presentes en la obra de Freíd. Tan temprano como en el año de
1923 se refirió al yo como el repositorio de objetos abandonados. Aún así, el
foco temprano del psicoanálisis sobre el objeto estaba formulado en términos de
elección objetal en relaciones libidinalmente investidas antes que como parte
estructural de la personalidad. Lo que es nuevo es el cambio de foco y el
énfasis con el cual el pensamiento relacional objetal se ha vuelto central,
antes que periférico, en la comprensión y el tratamiento psicoanalíticamente
orientado de la persona.
También cambiante es la visión del papel de la pulsión
en el desarrollo del individuo. La relación entre teoría pulsional y teoría de
las relaciones objetales varía de autor en autor. El papel de la agresión
pulsional es central al pensamiento de Kernberg (1976). El enfatiza la
importancia de la pulsión agresiva en sí misma y sus propias vicisitudes en la
génesis del narcisismo patológico.
En la otra punta del espectro está la visión,
planteada en el presente trabajo, de que la pulsión es solo un aspecto de la
experiencia. Los controles del yo son el resultado de esta integración. El
fracaso en adquirir el control de la pulsión agresiva sugiere un fracaso de los
procesos de organización que llevan a la estructuración del yo, y del si –
mismo en particular. La estructuración de la pulsión, o la estructuración del
afecto, da cuenta de su integración dentro de una representación del si – mismo
cohesionada y en relación con el objeto.
Para que podamos entender el concepto de relaciones
objetales y sus complejas ramificaciones, es útil considerar como surgen estas estructuras,
pensar en términos de los procesos mentales tempranos por medio de los cuales
el recién nacido organiza su mundo en patrones significativos. Un patrón básico
es el del si – mismo – la representación del si – mismo- en tanto que la otra
es la representación del objeto – la representación objetal. El objeto se
refiere a la persona (o personas) maternante primaria en el ambiente del bebé y
del niño pequeño. Las relaciones dinámicas y estructurales entre las
representaciones del si – mismo y las representaciones del objeto constituyen
lo que denominamos relaciones objetales.
Estos patrones evolucionan durante los tres o cuatro
primeros años de vida y constituyen la base para las configuraciones mentales
duraderas. En el desarrollo sano estas estructuras intrapsíquicas continúan
siendo modificadas durante toda la vida por la experiencia. Pero en el
desarrollo patológico se organizan desde muy temprano de una manera rígida y
distorsionada que resulta en fijaciones en niveles patológicos e infantiles del
desarrollo en ciertos aspectos del sentir, pensar y comportarse. La naturaleza
de esta evolución, sus estadios y procesos (horner 1975) constituyen un marco
contextual evolutivo que nos permite entender tanto el desarrollo normal como
el patológico, sus consecuencias para el carácter del adulto y sus
implicaciones para el tratamiento del paciente adulto. Esto significa que,
podemos esperar encontrar ciertos tipos de perturbaciones asociadas con fallas
maternas y/o la incapacidad del niño para responder al maternaje normal en
cualquiera de estos estadios del desarrollo o durante los procesos
transcisionales que llevan de un estadio al siguiente.
Blank y Blank (1974) estiman que conceptos tales como
internalización y relaciones objetales son básicos para una psicología
evolutiva psicoanalítica, y que estos conceptos son centrales a consideraciones
tanto de teoría como de técnica. La estructuración de la personalidad comprende
internalización de representaciones de objeto, esto es, el proceso de hacer
aquello que alguna vez fue externo, parte del si – mismo. “la psicología
psicoanalítica es psicología evolutiva en tanto que da cuenta de la
estructuración de la personalidad desde el nacimiento en adelante”.
Blank y Blank establecen un paralelo entre la patología
de las estructura fronteriza y psicótica con patología de las relaciones
objetales, en tanto que el desarrollo del ser humano procede al interior de la
díada madre – hijo. Es su punto de vista, que la terapia debe dirigirse a esta
característica del desarrollo. Esto es, lo que el terapeuta dice y hace en la
situación del tratamiento debe ser elaborada sobre la formulación evolutiva y
el diagnóstico de carácter.
Los procesos tempranos de organización llevan a la
estructuración del yo en general y de las relaciones objetales en particular.
Los psicólogos del yo conciben las relaciones objetales como una función del
yo.
Según Beres
(1956) estas funciones son:
- Relación con la realidad
- Regulación y control pulsional
- Relaciones objetales
- Procesos de pensamiento
- Funciones defensivas
- Funciones autónomas
- Función sintética
Hartmann (1964) describió inicialmente los niveles de
desarrollo de las relaciones objetales como parte de su psicología del yo. El
presente texto comparte esta perspectiva evolutiva pero relaciona todos los
demás aspectos del desarrollo del yo al desarrollo de las relaciones objetales,
que es considerado como central. Este viraje de de una psicología del yo hacia
una teoría de relaciones objetales refleja el énfasis sobre el papel central del
desarrollo de las relaciones objetales en la estructuración general del yo.
De la definición del funcionamiento del yo tal como es
planteada por Beres, la función sintética aparece como fundamental,
representando por derecho la tendencia innata y la capacidad del organismo para
asimilar, organizar e integrar sus experiencias desde el inicio mismo. Aún
cuando esta tendencia es innata en el organismo, aún en un niño orgánicamente
competente estas capacidades pueden verse sobrecargadas por condiciones ambientales
excesivamente caóticas o perturbadoras.
Con relación al resto de funciones, la calidad de las
relaciones objetales a medida que ellas mismas se desarrollan, proveen la
matriz al interior de la cual las otras funciones se desplegarán. Incluyendo
entre estas, funciones que son esencialmente autónomas en tanto son la
manifestación de la maduración biológica del niño, caminar, hablar, pensar,
sentir, etc. La autonomía de estas funciones puede darse por sentada hasta que
observamos desviaciones en su desarrollo como consecuencia de relaciones
objetales perturbadas. Y cuando estas funciones se desarrollan enteramente por
fuera de la órbita de las relaciones de objeto, de una manera aparentemente
libre de conflictos, ocurren serias repercusiones con respecto al sano
desarrollo de la autoestima. En esta instancia, el ejercicio de las funciones
autónomas está asociado con la pérdida de objeto, y pueden ser asimiladas en
una estructura patológica de si mismo grandioso.
El trabajo de Hilde Bruch (1973) sobre la conciencia
del hambre ilustra como “funciones aparentemente innatas, específicamente el
hambre, requieren experiencias tempranas de aprendizaje para poder ser
organizadas en patrones de comportamiento diferenciados y útiles”. Ella
reconoce como crucial en muchos pacientes con serios desordenes alimenticios
“el delirio básico de no poseer una identidad propia, ni aún de poseer su
propio cuerpo ni sus sensaciones”. En resumen, Bruch relaciona los desórdenes
alimenticios con el desarrollo desviado de las relaciones objetales. Por
ejemplo, en la anorexia nerviosa la relación con la comida es una manifestación
de la relación con el objeto. La necesidad de protegerse de una madre invasiva,
devoradora (necesidad manifiesta en el rechazo de alimento y lo movilización
del si – mismo grandioso como defensa contra la pérdida objetal) alterna con
“hambre de objeto” (que se manifiesta en la bulimia y en la prontitud a la
fusión).
En un estudio sobre los desórdenes del lenguaje y la
comunicación en niños, Wyatt (1969) concluye que una relación continua, sin
rupturas y plena de afecto entre una madre y su bebé provee la condición óptima
para aprender con éxito una lengua. Esta óptima manera de relacionarse se
“manifiesta en comunicación frecuente y apropiada, tanto verbal como no
verbal”.
Wyatt también señala que tanto el sentido como el
aprendizaje del lenguaje están imbuidos en la relación total con la persona
maternante. Las lenguas, para un niño pequeño no pueden ser convertidas en
abstractos sistemas simbólicos para ser intercambiadas a voluntad.
Con respecto a la función de la realidad del yo, el
desarrollo del sentido de realidad también ocurre al interior y a través de la
relación con la madre. “el paso transitorio más importante en la adaptación a
la realidad”, escribe Malher (1952), es aquel “en el cual la madre va quedando
gradualmente por fuera de la órbita omnipotente del si mismo”. Ella se refiere
aquí a la individuación y separación de la fusión simbiótica con la madre.
En su elaboración del concepto de falso self, Winnicott (1965) señala que la madre sirve de
puente entre las experiencias del si – mismo que se originan en su interior y
aquellas que se originan en el mundo exterior de la realidad.
Como tal, sus intervenciones hacen posible la
consolidación de una representación de si – mismo relacionada con la realidad,
o sea, una identidad basada en un si – mismo real. Cuando la madre falla en
esta función, el verdadero si – mismo es apartado de la realidad y puede
organizarse de manera delirante.
Y así, si vemos el si – mismo desarrollándose en el
contexto de la matriz madre – hijo, y esto incluye todas las facetas de ese si
– mismo, incluyendo la manera como controla sus impulsos, la manera como
utiliza su intelecto potencial, o la manera como estructura la realidad,
entonces podemos esperar encontrar una correspondencia entre perturbaciones de
dicho si – mismo psicológico y la naturaleza de la relación con el objeto
maternante primario. Esto se manifestará en la historia evolutiva del
individuo, en la naturaleza de su mundo psicológico interno, en la calidad de
sus relaciones actuales y su funcionamiento, y en particular, en la calidad de
la relación con el terapeuta.
Mientras que los psicólogos del yo conciben las
relaciones objetales como una de las funciones del yo, los teóricos de las
relaciones objetales hacen énfasis en que todos los aspectos del funcionamiento
yoico se organizan al interior de la representación del si – mismo en el
desarrollo sano y no pueden ser separadas de este. El fracaso de tal organización
es considerado entonces como una patología del si – mismo (Kohut 1971 – 1977).
Tener en cuenta los procesos básicos de organización
clarificará cómo surgen estas estructuras, las configuraciones mentales
internas del si – mismo y el objeto y sus interrelaciones. Cuál es la
naturaleza del proceso? Qué es lo que se organiza? Qué interfiere con él? Cuál
es el resultado de su fracaso?
El paradigma de las relaciones objetales, aunque
potente en su utilidad explicativa y clínica, puede ser una sobresimplificación.
Necesitamos observar mas de cerca, lo que sucede en la construcción de las
representaciones mentales del si – mismo y el objeto durante cada uno de los
principales estadios del desarrollo. Sólo entonces podremos detectar ciertos
defectos en la organización y en la integración del si – mismo en sus más
tempranos estadios de su evolución, defectos que se revelarán a sí mismos mas
tarde cuando el impulso del desarrollo se vea impedido por su existencia. Esto
es particularmente cierto en el paciente fronterizo. A causa de una defectuosa
organización temprana la pareja simbiótica aún se necesita, como una especie de
prótesis, para que el si – mismo mantenga algún grado de organización. La
conciencia de separación, que es inevitable en el proceso de separación –
individuación, evoca intensa y severa ansiedad de separación con esfuerzos
restitutivos dirigidos hacia la eliminación del peligro psíquico, el peligro de
la disolución del si – mismo.
Más acerca de las relaciones objetales
El recién nacido
organiza su mundo en patrones significativos. Un patrón básico es el sí-mismo
(la representación del sí-mismo) en tanto que la otra es la representación del
objeto. El objeto se refiere a la persona (o personas) maternante primaria en
el ambiente del niño. Las relaciones dinámicas y estructurales entre las
representaciones del sí-mismo y las representaciones del objeto constituyen lo
que denominamos relaciones objetales. (A. Horner).
Estadio no diferenciado.
Gratificación de necesidades biológicas. Estadio sin objeto:
Estadio sin objeto (Spitz) Corresponde más o menos al narcisismo
primario de Freud. Spitz emplea el término no diferenciado. El neonato
no esta todavía “organizado”: lo psíquico y lo somático no están separados, el
ambiente no se percibe ya que las nociones de interior y exterior no existen,
las partes del cuerpo no se sienten como diferentes y no hay separación entre
pulsiones y objeto.
Fase autista (Mahler) Durante los raros
períodos de vigilia el neonato intenta sólo mantener una regulación
homeostática de los fenómenos fisiológicos. No hay conciencia alguna del objeto
maternal y no diferencia en nada sus propias tentativas de apaciguamiento de la
tensiones (por ejemplo, escupir, toser, orinar, vomitar) de las que le vienen
del cuidado de su madre.
Respuesta de sonrisa. Inicio
de relaciones psicológicas:
La aparición de la
sonrisa como respuesta constituye el prototipo y la base de todas las
relaciones sociales posteriores. Este indicador revela el establecimiento del
primer organizador de lo psíquico. La díada madre/hijo permite, facilita la
aparición de este índice. (Spitz)
La sonrisa
específica indica que reconoce a su madre y, por tanto, que su imagen ha sido
catectizada como un objeto libidinal. (Mahler).
Ansiedad del 8 mes. Fusión de representaciones del objeto “Buenas” y “malas”:
Ansiedad del 8 mes, (miedo a
los extraños) es una ansiedad de pérdida de objeto; el niño reacciona ante el
rostro de un extraño, pues se siente abandonado por la madre. Este es el
segundo organizador psíquico, que hace aparecer el establecimiento de una
verdadera relación objetal: la madre se ha convertido en objeto libidinal.
Ahora es el objeto privilegiado.
Comunicación semántica, nuevo nivel de relaciones de objeto.
El NO es el índice del tercer organizador psíquico
(15 meses). Implica que el funcionamiento del psiquismo se configura según el
principio de realidad.
Un conflicto entre
el Yo y el objeto incita al No. Indica que el niño ha podido “realizar
la abstracción de un rechazo o de una negación”.
El “no” es el
primer concepto abstracto adquirido por el niño y su primera expresión con los
símbolos semánticos de una comunicación a distancia por mensajes intencionales
y dirigidos.
Constancia objetal:
Mahler propone
tres características para lograr dicha constancia objetal:
· El objeto debe
estar disponible intapsíquicamente. Esto significa que puede ser evocado sin
dificultad.
· El objeto debe
estar investido de energía libidinal o neutralizada.
· El Yo no debe
recurrir con facilidad a la escisión de las representaciones en objeto bueno y
malo. Es un objeto total el que está disponible para el sujeto.
Se entiende por objeto:
Este concepto esta
ligado a la noción de representación mental. El objeto interno y el objeto
externo están en una estrecha interrelación y ello en un plano doble, afectivo
y cognitivo, ya que después de una percepción inicial, a la que el sujeto habrá
atribuido una cualidad buena o mala (los términos bueno y malo no son
calificativos intrínsecos del objeto, sino indicadores de satisfacción o
frustración) guardará una imagen mental que podrá evocar a su manera, incluso
en ausencia del objeto externo correspondiente, objeto externo que deberá
reencontrar en su medio para garantizar la realidad de esta imagen mental,
eventualmente deformada.
Los objetos no
corresponden a una relación uno a uno con los “personas reales” del mundo
externo. Son una versión compuesta, amañada
de la persona real. Las personas reaccionan e interactúan, no sólo con
un otro real, sino también con un otro interno, una representación psíquica de
una persona que en sí misma tiene el poder de ejercer influencia en los estados
afectivos del individuo y en sus reacciones comportamentales manifiestas.
En el lenguaje
freudiano el objeto es la cosa que es meta de la pulsión. En el lenguaje de las
relaciones objetales el término se refiere a las interacciones de los
individuos con otros externos e internos
(reales o imaginados) y a las relaciones entre sus mundos objetales internos
y externos.
III. PSICOLOGÍA DEL YO
Desde el punto de vista teórico los fundadores de esta corriente,
Hartmann principalmente, se basaron en los últimos trabajos de Freud, en
particular los referidos a la formulación de la segunda tópica (estructura
tripartita de la mente: ello-yo-superyó), las explicaciones de índole económica
de la metapsicología freudiana, el interés por el estudio de las defensas y una
teorización del desarrollo basada en las fases libidinales oral-anal-fálica y
genital. En lo esencial, estos planteos clásicos del psicoanálisis fueron
respetados por los psicólogos del yo y en algunos casos también resultaron
ampliados, no en su profundidad pero sí en su aplicación.
Interesados en gran medida en los aspectos adaptativos concientes y
preconscientes del hombre y en las funciones mentales clásicamente no
teorizadas por el psicoanálisis (como la memoria, el pensamiento, la
percepción, etc.), Hartmann y sus seguidores pusieron ahínco en investigar el
yo, sus mecanismos de funcionamiento, su desarrollo y la relación de éste con
las demás instancias del aparato psíquico y con la realidad. De allí que
hicieran importantes aportaciones teóricas sobre el yo, que pasó a constituir
su principal centro de interés.
El “área sin
conflicto del yo”
“Es aquel conjunto de funciones que, en un momento determinado, tienen
efecto fuera del campo de los conflictos mentales. Se refiere a aquellos
procesos que en un individuo dado, permanecen empíricamente fuera de la esfera
del conflicto mental”..
El área libre de conflictos no es un sector fijo, establecido de una vez
y para siempre. Su extensión cambia de manera dinámica, momento a momento. Así,
es posible notar que determinadas funciones clásicamente autónomas y
pertenecientes al área no conflictiva, pueden ser invadidas por impulsos muy
intensos en determinadas circunstancias. El ejemplo extremo sería el caso de
las alucinaciones, donde la función inicialmente autónoma de la percepción
sucumbió ante la intensidad de los impulsos provenientes de otras instancias
psíquicas.
Hartmann no propone la existencia de un yo en el inicio de la vida
psíquica sino que considera que el individuo cuenta con determinadas
capacidades innatas, las que en el curso del desarrollo pasarán a estar al
servicio del yo.
El
desarrollo del yo. Su incidencia en el proceso de adaptación
La mayoría de los intentos para explicar los orígenes del yo proponen
que éste surge como un aparato destinado a establecer la relación con la
realidad, siendo uno de sus objetivos principales la autoconservación.
Hartmann, como Freud, sugiere que el punto de partida para su formación es una
matriz indiferenciada del yo y del ello. En esta matriz coexistirían elementos
pulsionales con ciertas funciones que, a lo largo del desarrollo, pasarían a
estar homogenizadas por el yo.
Hay funciones yoicas que están presentes desde el inicio de la vida y
cuya relación con los impulsos es compleja. Tal es el caso de la percepción o
la motricidad. Por otro lado, el yo es un órgano dotado de emotividad, lo que
se evidencia en el uso que el individuo hace de la fantasía para lograr un
determinado objetivo de aprendizaje o de síntesis. Un artista, por ejemplo,
puede lograr una síntesis conceptual a través de la utilización de la fantasía
y la emotividad. El resultado final, a pesar de que se presenta a los ojos del
propio artista y del observador como un producto del yo, está infiltrado por
elementos que, en primera instancia, deberíamos admitir que tienen su raíz en
los impulsos y en el ello. El fenómeno de la creación artística fue más tarde
estudiado en profundidad por Kris (1952), quien propuso el concepto de
“regresión al servicio del yo
Hartmann se pregunta cuáles son los motores que impulsan el desarrollo
del yo a partir de la matriz indiferenciada yo-ello. Este contiene, desde el
inicio, elementos que más tarde serán reconocibles como pertenecientes a una u
otra instancia psíquica.
Factores que impulsan la diferenciación del yo y el
ello.
El primer factor mencionado por Hartmann es el hereditario o
constitucional, en el cual se engloban las capacidades innatas o autónomas del
yo. Este factor interactúa en el curso del desarrollo con otros tres elementos,
a saber: las influencias de los impulsos instintivos, los condicionamientos de
la realidad externa y, por último, la propia imagen corporal, que juega un
importante papel en la diferenciación del yo con el mundo de los objetos.
Los impulsos y esbozos de funciones yoicas presentes al comienzo de la
vida como una unidad indiferenciada siguen un desarrollo separado, dando lugar
a estructuras que son autónomas en relación a la esfera pulsional, pero que
pueden ponerse al servicio de determinados conflictos. A esto Hartmann lo llama
sexualización o agresivización de la función. De manera análoga, es posible
también que algunas funciones, nacidas como defensa contra determinados
impulsos, se liberen secundariamente del conflicto que les dio origen, se
desexualicen y pasen a la esfera libre de conflictos del yo.
Lo que mueve al yo o a sus esbozos a diferenciarse de los impulsos, según
Hartmann, es la necesidad de la supervivencia. En los animales los instintos
tienen el fin de adaptarlos al ambiente de tal manera de lograr, si no la
permanencia del individuo, por lo menos la de la especie. En el hombre el
principio del placer no aseguraría dicha supervivencia. El ello, al desdeñar en
buena medida la autoconservación en aras del principio del placer, estimula la
diferenciación y la maduración del yo.
El concepto de adaptación
Hartmann plantea que la adaptación debe valorarse desde la perspectiva
del funcionamiento interno y externo del individuo a quien se examina. Lo
que cuenta para describir el grado de adaptación es el logro que tiene cada
sujeto de la función sintética e integradora del yo. Una persona estará tanto
más adaptada cuánto mejor pueda
armonizar sus propias necesidades pulsionales con la realidad y con las metas
ideales que se propone. No se trata, entonces, de funcionar como un autómata de
lo que el mundo externo exija sino de encontrar, dentro de la vida cotidiana,
posibilidades adecuadas para dar salida a las mociones impulsivas, de tal
manera que no entren en conflicto con las normas de la realidad ni con sus
propias normas morales.
La adaptación no es una sumisión pasiva al orden social sino que es
activa e incluye la intención de cambiar metas y objetivos sociales.
Es posible distinguir tres modalidades adaptativas: el individuo puede
optar por cambiar él mismo para adecuarse al medio, puede también intentar la
modificación del medio para lograr que éste se adecue a él y, por último, puede
decidir el cambio de ambiente hacia uno que le resulte más adecuado.
Regresión al
servicio del yo
Este concepto fue introducido por Kris (1952), uno de los psicólogos del yo más sobresalientes y coautor de Hartmann
en mucho trabajos; él estudió el proceso
creativo y propuso que hay una regresión que puede producirse promovida de
manera activa por el yo.
Como es sabido, el término regresión tiene muchos sentidos en
psicoanálisis. Kris sigue la idea que Freud expresa en La interpretación de
los sueños. Allí uno de los significados de la regresión es el de pasaje de
modos de funcionamiento del proceso secundario ~ primario.
El proceso primario es aquél en el cual
las energías se desplazan libremente de una a otra representación. En este
estado, además, e tiempo, el espacio y la contradicción lógica son dimensiones
que no tienen el valor que les adjudicamos habitualmente. En los sueños SE
manifiesta el proceso primario. Estar y no estar en determinado (sitio,
aparición simultánea de personas cuya presencia real en nuestra vida no
coincidió temporalmente, un lugar que reúne por condensación las
características de muchos lugares diferentes. El inconsciente está estructurado
de acuerdo al proceso primario.
El proceso secundario, por el contrario,
se caracteriza por el hecho de que los afectos están ligados a determinadas
representaciones; no pueden, por lo tanto, desplazarse libremente. En estas
circunstancias el tiempo, el espacio, la contradicción, no son vulnerados. El
proceso secundario es el que caracteriza nuestro pensamiento conciente.
Desde el punto de vista del desarrollo, el proceso secundario va
reemplazando progresivamente al proceso primario. Esta sustitución coincide en
gran medida con el desarrollo del yo. Lo que Kris propone es que, junto con las
regresiones a las que el yo es arrastrado, ocurren otras promovidas
activamente por aquél. ¿Qué fin puede perseguir el yo al realizar estos
movimientos? Si, como dijimos, las energías del proceso primario son libres
(no están fijadas a ninguna representación) el retorno al proceso primario
podría permitir al yo la utilización de estas energías para catectizar las
representaciones del proceso secundario. De esta manera logra una mayor
amplitud de catexias que quedan a su disposición, obteniendo una energía que
hasta entonces era utilizada sólo en los procesos inconscientes.
Los desarrollos
técnicos. Análisis de las defensas Regresión. Alianza terapéutica y de trabajo
El punto de partida teórico para su
elaboración fue la propuesta de Richard Sterba (1934), presentada en el
Congreso Internacional de Wisbaden en 1932, acerca de la disociación del yo en
el proceso terapéutico. Este autor planteó que en el curso del análisis el yo
se disocia en un yo que participa en la neurosis de transferencia y otro que es
capaz de observar lo que sucede en la interacción con el analista, recibir las
interpretaciones y procesarlas. El origen de la disociación estaría en las
interpretaciones del analista al promover en el paciente que una parte de su yo
se identifique con el trabajo del analista para comprender los conflictos.
En este punto es evidente la relación que tiene esta propuesta de Sterba
con la noción de Hartmann de área libre de conflictos. Ambos autores coinciden
en proponer que el yo cuenta con cierto grado de autonomía respecto del
conflicto.
La alianza de trabajo pone de relieve la capacidad que tiene el paciente para trabajar en cl
tratamiento con el fin de resolver sus conflictos y conocer sus motivaciones
inconscientes. Esta capacidad depende de la estabilidad del yo razonable, que
es equivalente al área libre de conflictos del yo de Hartmann.
Las contribuciones del paciente dependen esencialmente de la capacidad
que éste tenga de establecer una variedad especial de relaciones de objeto,
con rasgos neutralizados y desexualizados. Dice Greenson: “los pacientes tienen
que haber podido formar esas relaciones sublimadas, de objeto inhibido, en sus
vidas exteriores”. Por otra parte, la conciencia de enfermedad y el deseo de
mejorar son elementos importantes que impulsan la colaboración del enfermo.
Otros factores, como por ejemplo la estabilidad de las funciones yoicas
autónomas y la habilidad del paciente para expresarse de diversos modos, no
obstante las limitaciones que le pueda ofrecer su propio padecimiento, son
necesarios y favorecedores de la instalación de la alianza terapéutica.
El analista, por su parte, también es copartícipe en la alianza
terapéutica. La contribución más importante que hace para lograr que aquélla se
instale es perseverar en la función analítica y en la búsqueda del insight por
parte del paciente. La disociación del yo en uno observador y otro vivencial
depende de las interpretaciones que haga el analista; son éstas y no otro tipo
de medidas las que favorecen la colaboración del paciente en el tratamiento.
Hay, sin embargo, otros factores que pueden ayudar: la importancia que el terapeuta
concede a cada sesión o la escasez de sus ausencias son algunos ejemplos. El
analista, dice Greenson, debe ser sensato y explicar al paciente el por qué de
algunas medidas que adopta, ya que si quiere fomentar una actitud realista y
razonable del paciente, debe sustentar una postura análoga. No hay que
confundir abstinencia (regla fundamental del análisis) con frialdad. El
analista tiene que ser cálido y mostrar interés por el paciente sin por ello
caer en el acting-out, es decir, sin violar la regla de abstinencia. Su
conducta general, según Greenson, debe oscilar entre privar de gratificación
directa al paciente (con lo que se estimula su neurosis de transferencia) y
preocuparse por el dolor psíquico del enfermo. La regresión no puede lograrse a
través de una actitud autoritaria que estimule los impulsos masoquistas del
paciente o que explote la necesidad de éste de obtener ayuda.
Teoría analítica de
los afectos según la psicología del yo
Los afectos existen previamente a la diferenciación del yo y el ello.
En ese momento los afectos están al servicio del principio del placer, ya sea
mediante la descarga o a través de Constituirse en una válvula de seguridad que
evite la descarga en ausencia del objeto satisfactor de la pulsión. La realidad
impone demoras a la evacuación de los impulsos. En el curso del desarrollo esta
demora necesaria se internaliza y se logra una capacidad para demorar. A
esta nueva capacidad Rapaport la llama, muy gráficamente, la domesticación de
los impulsos.
Es un proceso paralelo la aparición de las contracatexias va
neutralizando progresivamente los intensos afectos iniciales, hasta que el
sujeto pueda tener a su disposición tanto afectos intensos como otros moderada
o totalmente neutralizados. En esta domesticación podrían identificarse como
promotores diversos factores. Además de los umbrales innatos, a los que ya nos
hemos referido, podríamos mencionar las catexias provenientes de los propios
impulsos, que se erigen como contracatexias o defensas y, por último, la
adquisición de la estructura psíquica tripartita, en la cual el yo juega
un rol dilatorio de la descarga afectiva.
Una vez organizada la estructura del ello-yo-superyó, los afectos pueden
expresarse no sólo como tensiones con la realidad sino también como tensiones
entre las distintas subestructuras.
Categorías que resultan sobresalientes dentro de la
psicología del yo:
a) Propuesta de considerar al psicoanálisis como una psicología general.
Interés en el estudio de funciones mentales: afectos, memoria, conocimiento,
etc. Acercamiento a disciplinas como la sociología, medicina, biología,
educación y psicología general.
b) Énfasis especial en los procesos defensivos, Estudio de funciones dcl
yo que lo convierten en la estructura central de la personalidad: Capacidad de
síntesis, fortaleza, neutralización de las energías sexuales y agresivas.
c) La adaptación como tarea principal del yo con su
tendencia a realizar cambios autoplásticos (en el sujeto) y aloplásticos (del
ambiente) para compatibilizar y dar solución tanto a las demandas pulsionales
como a los dictados de la realidad.
d) Autonomía primaria y secundaria del yo. Área libre de conflictos e
independencia de las energías con que cuenta el yo frente al ello.
e) Diferenciación del yo función, subestructura de la personalidad o
instancia psíquica, del yo representación, imagen de sí mismo o se self. El
término de narcisismo se reserva sólo para esta segunda acepción. Separación,
por lo tanto, entre catexis del yo y catexis del self.
f) En cuanto a la técnica analítica, interés por las defensas y por los
fenómenos preconscientes. Creación de los conceptos de alianza de trabajo,
alianza terapéutica y estudio de los criterios de analizabilidad.
g) Análisis de los procesos regresivos dentro del tratamiento analítico
y de la creación artística y científica.
Propuesta de líneas de investigación sobre el desarrollo y la maduración
del niño. Bases para los trabajos de Mahler, Spitz y otros.
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