lunes, 1 de octubre de 2018

11. ALGUNOS PILARES TEÓRICOS DE LA PSICOLOGÍA DINÁMICA: DESARROLLO PSICOLÓGICO, RELACIONES OBJETALES Y PSICOLOGÍA DEL YO

I. LAS FASES DEL DESARROLLO PSICOLÓGICO SEGÚN MAHLER


Margaret Mahler dice en su teoría que "el nacimiento biológico del infante humano y el nacimiento psicológico no coinciden en el tiempo. El primero es un acontecimiento espectacular, observable y bien circunscripto; el último es un proceso intrapsíquico de lento desarrollo".

"Denominamos al nacimiento psicológico del individuo 'proceso de separación- individuación': el establecimiento de un sentimiento de separación respecto de un mundo de real, y de una relación con él, particularmente con respecto a las experiencias del 'propio cuerpo' y al principal representante del mundo tal como el infante lo experimenta, el 'objeto primario de amor'. Este proceso, como cualquier otro proceso intrapsíquico, se manifiesta a todo lo largo del ciclo vital. Nunca termina; sigue siempre en actividad; en nuevas fases del ciclo vital observamos cómo actúan aún nuevos derivados de los procesos más primitivos. Pero los principales logros psicológicos de este proceso ocurren en el periodo que va del 4° o 5° mes a los 30 o 36 meses, lapso que denominamos 'fase de separación- individuación". Los precursores del proceso de separación- individuación son la fase autística normal y la fase simbiótica normal.

Acerca de las fases.- "El autismo normal y la simbiosis normal son prerrequisitos del comienzo del proceso normal de separación- individuación. Ni la fase autística normal ni la simbiótica normal, ni cualquiera de las subfases de la separación- individuación, es totalmente reemplazada por la fase siguiente. Desde un punto de vista descriptivo, es posible observar similitudes entre ellas: pueden diferenciarse conceptualmente sobre la base de agrupamientos de fenómenos conductuales, pero se superponen en medida considerable.

Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo, cada fase se presenta como un periodo en que se hace una contribución cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del individuo. La fase autística normal sirve para la consolidación postnatal del desarrollo fisiológico extrauterino. Promueve la homeostasis postfetal. La fase simbiótica normal marca la importantísima capacidad filogenética del ser humano para investir a la madre dentro de una vaga unidad dual, que constituye la tierra primordial a partir de la cual se forman todas las relaciones humanas siguientes. La fase de separación- individuación se caracteriza por un continuo aumento de la conciencia de separación del 'sí-mismo' y del 'otro', que coincide con los orígenes del sentimiento de sí-mismo, de la verdadera relación de objeto, y de la conciencia de una realidad existente en el mundo exterior".

"El autismo normal y la simbiosis normal son los dos primeros estadios de no diferenciación: el primero es no objetal, el último es preobjetal (Spitz). Los dos estadios ocurren antes de la diferenciación de la matriz indiferenciada (Hartmann y otros), es decir, antes de que se haya producido la separación e individuación y la emergencia del 'yo rudimentario como estructura funcional'".

Pautas de acercamiento- alejamiento.- Son "pautas cambiantes con que el infante se aleja de la madre y vuelve a ella. Cada subfase tiene sus pautas características, determinadas por el progresivo desarrollo motor y cognitivo del niño y por las cambiantes necesidades de distancia o cercanía".

Estas pautas tienen relación con la "distancia óptima", concepto al cual Mahler se refiere en los siguientes términos: "A medida que el infante crece y se desarrolla, hay para cada estadio una posición entre madre e hijo que es la que mejor permite a éste desarrollar las facultades que necesita para crecer, es decir, para individuarse. Durante el estadio simbiótico el infante se amolda al cuerpo de la madre; durante la subfase de diferenciación comienza a separar su cuerpo del pecho de la madre para poder explorarla libremente mediante el tacto y la visión de cerca. El infante en periodo de ejercitación se distancia en el espacio para tener oportunidad de explorar; durante el acercamiento el deambulador necesita ir y volver para encontrar a su madre disponible, pero sin que esta interfiera. La distancia óptima la fija el narcisismo secundario en desarrollo, y también la cambiante relación objetal y las funciones del yo en desarrollo".

Descripción secuencial de las fases del desarrollo psicológico del infante humano según Margaret Mahler

1. Fase autística normal (Primeras semanas)

"Primeras semanas de vida intrauterina, durante las cuales el neonato o el infante pequeño parece ser un organismo casi puramente biológico, con respuestas instintivas a los estímulos que son reflejas y ocurren en el nivel del hipotálamo. Durante esta fase sólo podemos hablar de aparatos primitivos y no integrados del yo y de mecanismos de defensa puramente somáticos, que consisten en reacciones de desbordamiento y descarga, cuyo fin es el mantenimiento del equilibrio homeostático.

La posición de la libido es predominantemente visceral y no hay discriminación entre dentro y fuera, animado e inanimado. Al comienzo, debido a que son muy altos los umbrales para estímulos externos, el infante parece estar en un estado de desorientación alucinatoria primitiva negativa, en el cual la satisfacción de necesidades pertenece a su propia órbita autística y omnipotente".

a. Catexia propioceptiva-enteroceptiva.- Catexia del interior del cuerpo, experimentada en forma de tensiones o sensaciones que nacen de dentro y se descargan por la tos, escupiendo, vomitando, retorciéndose, llorando, etc., que prevalecen durante las primeras semanas de vida".

b. Narcisismo primario.- "Estado que prevalece durante la primera semana de vida, en que la satisfacción de necesidades no se percibe como proveniente del exterior, y en que no hay ninguna conciencia de que exista un agente maternante. Es afín a la 'omnipotencia infantil absoluta' de Ferenczi. Este estadio va seguido por otro de oscura conciencia de que uno mismo no puede proveeer a la satisfacción de las necesidades".

c. Psicosis autística infantil.- "En el síndrome de autismo infantil hay una fijación o una regresión a la fase autística de la más temprana infancia, es decir, el niño no parece percibir en absoluto a su madre como representativa del mundo exterior. Hay un muro helado entre el niño autista y el ambiente humano. El autismo psicótico constituye un intento de lograr la desdiferenciación y la deanimación; sirve para contrarrestar las múltiples complejidades de los estímulos externos y las excitaciones internas que amenazan aniquilar al yo rudimentario del niño autista. El mantenimiento de la mismidad es el rasgo cardinal del síndrome de la psicosis autística".

2. Fase simbiótica normal (1 a 5 meses): 

"La simbiosis normal se anuncia por el levantamiento de la fuerte barrera innata contra los estímulos que protegió al infante pequeño de los estímulos internos y externos hasta la tercera o cuarta semana de vida. Puesto que en el infante humano está atrofiado el instinto de autoconservación, el yo tiene que asumir el papel de manejar la adaptación del ser humano a la realidad. Sin embargo, el yo rudimentario del infante pequeño no es adecuado para la tarea de organizar sus estímulos internos y externos de manera de asegurar su supervivencia; la vinculación psicobiológica entre la madre que cría y el bebé es lo que complementa el yo indiferenciado del infante. En circunstancias normales, la empatía por parte de la madre es el sustituto, entre los seres humanos, de los instintos en que se apoya para su supervivencia el animal. La simbiosis normal se desarrolla en forma concomitante con el descenso de la barrera innata contra los estímulos, a raíz de la experiencia que se repite de una manera predecible, en que un agente maternante exterior alivia las necesidades, el hambre y la tensión que viene de dentro, es decir, funciona como yo auxiliar (Spitz)".

"La simbiosis se refiere a un estadio de interdependencia sociobiológica entre el infante de 1 a 5 meses y su madre, un estado de relación preobjetal o de satisfacción de necesidades, en el cual aún no se han diferenciado las representaciones intrapsíquicas del sí-mísmo y de la madre. Desde el segundo mes el infante se comporta y funciona como si él y su madre fueran una unidad dual omnipotente dentro de un límite único y común (la 'membrana simbiótica')".

a. Unidad dual.- "Unidad simbiótica entre la madre y el niño, imbuída por el niño de cualidades omnipotentes, en la cual existe un vago sentimiento de la mitad simbiótica del sí-mísmo (el 'yo externo' de Spitz)".

b. Ruptura del cascarón.- "Proceso de salida del estado simbiótico de unidad con la madre, en el sentido intrapsíquico. Es la 'segunda' experiencia de nacimiento, el nacimiento psicológico, el proceso por el cual comienza a ser catexiado el mundo de 'lo otro que no es la madre'. El infante que ha eclosionado ya abandonó el vago estado crepuscular de simbiosis y está más permanentemente alerta y receptivo para los estímulos de su ambiente, mas bien que sólo para sus propias sensaciones corporales, o para las que emanan de dentro de la órbita simbiótica".

c. Psicosis simbiótica infantil.- Aquí, "se ha alcanzado la fase simbiótica del desarrollo, aunque fuertemente distorsionada; el niño trata a la madre como si esta fuera parte de él mísmo, es decir, no existe exterior a su sí-mísmo sino fusionada con él. El niño es incapaz de integrar una imagen de la madre como un objeto distinto y totalmente externo, y en cambio parece mantener imágenes (introyectos) fragmentadas buenas y malas del objeto. Alterna entre el deseo de incorporar y de expulsar. Si no se administra terapia, se produce una interferencia insuperable en cualquier progreso hacia la separación- individuación, es decir, existe una fijación o regresión a la fase de la simbiosis patológica. Los mecanismos de restitución que crean la variada sintomatología constituyen intentos de restablecer y perpetuar una unidad simbiótica madre-hijo de carácter omnipotente; debido a los continuos estados abismales y al pánico que producen, el paciente se ve forzado a recurrir a una retirada secundaria que le permite refugiarse en un autismo (secundario), casi estabilizador. Los 'berrinches', así como una conducta autoagresiva, dominan muy a menudo el cuadro clínico".

3. Fase de separación-individuación (5 meses - 2 años y medio):

 "Fase del desarrollo normal que comienza alrededor de 4 a 5 meses de edad, en el apogeo de la simbiosis y superponiéndose con ésta. El infante muestra una creciente capacidad de reconocer a su madre como una persona especial, de catexiar a inspeccionar el mundo no materno, y de apartarse muy levemente, y más tarde muy decididamente, de la madre. Es una fase del desarrollo que dura de los 5 meses a los 2 y medio años, y sigue dos carriles separados pero intervinculados: uno es el de la separación, que lleva a la conciencia intrapsíquica de la separación, y otro es el de la individuación, que lleva a la adquisición de una individualidad distinta y única. Se han identificado cuatro subfases del proceso de separación-individuación. Aunque estas se superponen, cada subfase tiene sus propias agrupaciones características de conductas, que la distinguen de la precedente y de las siguientes. Las cuatro subfases son: 1) Diferenciación, 2) Ejercitación, 3) Acercamiento, y 4) Consolidación de la individualidad y comienzo de la constancia objetal emocional".

a. Reacciones a la separación.- "Estas varían de índole e intensidad en el curso progresivo del proceso de separación-individuación. Durante la diferenciación, observamos como característica una bajada de tono en caso de separaciones breves, que a veces culmina, sin embargo, en llanto desesperado; durante el periodo de ejercitación, hay un relativo olvido de la presencia de la madre; durante el acercamiento, ocurren una multitud de reacciones, tales como la búsqueda, el llanto, o una marcada ignorancia de la madre. Durante la cuarta subfase, por lo general se toleran mejor las separaciones breves".

b. Precursores de defensa.- "Durante el proceso de separación- individuación encontramos conductas primitivas que pueden considerarse como precursoras de los posteriores mecanismos de defensa. Por ejemplo, apartar el cuerpo del de la madre, no mirarla, cambiar de dirección alejándose de ella, ignorar su presencia o su partida, son conductas que llevan a mecanismos de negación y rechazo. Encontramos también una identificación primitiva con la madre -'hacer de mamá'- en su ausencia, y una independencia prematura (falso yo) cuando hay una deficiencia de maternación. Estos mecanismos son relativamente inestables: van y vienen. Sirven tanto a la adaptación como a la defensa. La elección de estos mecanismos depende de las características del niño y de la respuesta selectiva de sus progenitores".

3.1. Subfase de diferenciación (5-9 meses):

 "Se manifiesta de los 5 a los 9 meses de edad. Comienza a disminuír la dependencia corporal total de la madre, a medida que la maduración de funciones locomotrices parciales produce el primer intento de apartarse de ella. Las conductas características que posibilitan la demarcación del yo respecto del no-yo son la exploración visual y táctil del rostro y el cuerpo de la madre; el apartar el cuerpo del de la madre para explorar un mundo más amplio y poder mirarla; la verificación entre la madre y otros. El placer que producen las incipientes funciones del yo y el mundo exterior se expresa en estrecha proximidad con la madre. Al mismo tiempo, parece ocurrir la diferenciación de una imagen corporal primitiva, pero distinta".

Reacciones ante extraños.- "Una variedad de reacciones ante personas que no son la madre, particularmente acentuadas durante la subfase de diferenciación, cuando ya se ha establecido firmemente una relación especial con la madre, como lo evidencia la sonrisa especial que el niño le dirige. Las reacciones ante extraños incluyen la curiosidad y el interés, y también la cautela y una ansiedad leve o incluso fuerte. Esa ansiedad se calma al comienzo del periodo de ejercitación, pero reaparece en diversos momentos a lo largo del proceso de separación- individuación".

3.2. Subfase de ejercitación (9-14 meses):

"Dura desde los 9 meses hasta los 14 meses de edad. Durante este periodo el infante es capaz de alejarse activamente de la madre y volver a ella, primero gateando y más tarde por el dominio de la locomoción vertical. Es un periodo en el cual la exploración del ambiente, animado e inanimado, y la ejercitación de capacidades locomotrices, están muy investidas de energía libidinal".

Reabastecimiento emocional o libidinal.- "Durante la subfase de ejercitación, el infante merodea lejos de la madre, pero cuando se fatiga o se le agota la energía, busca restablecer el contacto corporal con ella. Este 'reabastecimiento' lo revigoriza y restablece su interés anterior en la ejercitación y exploración".

3.3. Subfase de acercamiento (15-24 meses):

"Dura desde los 14 o 15 meses hasta más o menos 24 meses de edad e incluso más tiempo. Se caracteriza por un redescubrimiento de la madre, que es ahora un individuo separado, y por una vuelta a ella después de las correrías obligatorias del periodo de ejercitación. Al deambulador le agrada compartir sus experiencias y posesiones con la madre, a la que percibe ya más claramente como separada y exterior. La inflación narcisística de la subfase de ejercitación va siendo paulatinamente reemplazada por una creciente comprensión de la separación, y, junto con ella, de la vulnerabilidad. Son comunes las reacciones adversas ante separaciones breves, y ya no se puede sustituir fácilmente a la madre, ni siquiera por adultos familiares al niño. Esto culmina a menudo en una crisis de acercamiento más o menos transitoria, que es de gran significación evolutiva".

a. Crisis de acercamiento.- "Periodo que ocurre durante la subfase de acercamiento en todos los niños, pero con gran intensidad en algunos; en él se agudiza la comprensión del estado de separación. La creencia del deambulador en su omnipotencia se ve fuertemente amenazada y éste ejerce coerción sobre el ambiente mientras trata de restablecer el status quo, cosa que es imposible. La ambitendencia ("la presencia simultánea de dos tendencias contrastantes, conductualmente manifiestas; por ejemplo, un niño puede llorar y sonreír virtualmente al mismo tiempo, aproximarse a la madre y en el último momento desviarse y alejarse, o besarla y luego repentinamente morderla". ), que se transforma a menudo en ambivalencia (es el valor o afecto con que se carga al objeto, sentimientos de amor y odio), es en general intensa; el deambulador desea estar unido con la madre, y al mismo tiempo separado de ella. Alcanzan su apogeo los berrinches, quejas y humor triste, y se producen fuertes reacciones a la separación".

b. Seguimiento y huída.- "Durante la subfase de acercamiento el niño sigue a veces cada movimiento de su madre como una sombra (shadowing); no puede perderla de vista o permitir que salga de su vecindad inmediata. A veces observamos la conducta opuesta: el niño huye, y espera a que su madre lo alce en brazos anulando así, por breves momentos, la 'separación'".

c. Escisión.- Mecanismo de defensa que a menudo se encuentra durante la subfase de acercamiento (una vez lograda una cierta medida del desarrollo del yo); el deambulador no puede tolerar fácilmente los sentimientos simultáneos de amor y odio hacia la misma persona. El amor y el odio no se amalgaman; la madre es sentida alternativamente como toda buena o toda mala. Otra posibilidad consiste en que la madre ausente sea sentida como toda buena, mientras los otros se vuelven todos malos. Por ende, el deambulador puede desplazar la agresión al mundo no-materno, a la vez que exagera el amor por la madre ausente y anhelada, hiperidealizándola. Cuando la madre vuelve desquicia la imagen ideal, y los reencuentros con ellas son a menudo penosos, porque la función sintética del yo joven no puede curar la escisión. En la mayoría de los casos se hace posible una síntesis gradual del todo "bueno" y el todo "malo" por el yo en desarrollo.

3.4. Subfase de individualidad y constancia objetal emocional (2 años en adelante):

"Comienza hacia el final del segundo año y es de extremo abierto. Durante este periodo se logra un cierto grado de constancia objetal, y se establece en medida suficiente la separación de la representación del yo y del objeto. La madre se percibe claramente como una persona separada

II. RELACIONES OBJETALES


El término relaciones objetales se refiere a estructuras intrapsíquicas específicas, a un aspecto de la organización del yo y no a las relaciones interpersonales. Sin embargo, estas estructuras intrapsíquicas, las representaciones mentales del si – mismo y otros (el objeto), si se manifiestan en la situación interpersonal. Esto es, “el mundo interno de las relaciones objetales determina de una manera fundamental la relación del individuo con las personas en el mundo exterior. Este mundo…es básicamente el residuo de las relaciones del individuo con las personas de las que dependía para la satisfacción de necesidades primitivas en la infancia y durante las etapas tempranas de la maduración.”

El concepto no es nuevo en el pensamiento psicoanalítico, y los precursores de la moderna teoría de las relaciones objetales están presentes en la obra de Freíd. Tan temprano como en el año de 1923 se refirió al yo como el repositorio de objetos abandonados. Aún así, el foco temprano del psicoanálisis sobre el objeto estaba formulado en términos de elección objetal en relaciones libidinalmente investidas antes que como parte estructural de la personalidad. Lo que es nuevo es el cambio de foco y el énfasis con el cual el pensamiento relacional objetal se ha vuelto central, antes que periférico, en la comprensión y el tratamiento psicoanalíticamente orientado de la persona.

También cambiante es la visión del papel de la pulsión en el desarrollo del individuo. La relación entre teoría pulsional y teoría de las relaciones objetales varía de autor en autor. El papel de la agresión pulsional es central al pensamiento de Kernberg (1976). El enfatiza la importancia de la pulsión agresiva en sí misma y sus propias vicisitudes en la génesis del narcisismo patológico.

En la otra punta del espectro está la visión, planteada en el presente trabajo, de que la pulsión es solo un aspecto de la experiencia. Los controles del yo son el resultado de esta integración. El fracaso en adquirir el control de la pulsión agresiva sugiere un fracaso de los procesos de organización que llevan a la estructuración del yo, y del si – mismo en particular. La estructuración de la pulsión, o la estructuración del afecto, da cuenta de su integración dentro de una representación del si – mismo cohesionada y en relación con el objeto.

Para que podamos entender el concepto de relaciones objetales y sus complejas ramificaciones, es útil considerar como surgen estas estructuras, pensar en términos de los procesos mentales tempranos por medio de los cuales el recién nacido organiza su mundo en patrones significativos. Un patrón básico es el del si – mismo – la representación del si – mismo- en tanto que la otra es la representación del objeto – la representación objetal. El objeto se refiere a la persona (o personas) maternante primaria en el ambiente del bebé y del niño pequeño. Las relaciones dinámicas y estructurales entre las representaciones del si – mismo y las representaciones del objeto constituyen lo que denominamos relaciones objetales.

Estos patrones evolucionan durante los tres o cuatro primeros años de vida y constituyen la base para las configuraciones mentales duraderas. En el desarrollo sano estas estructuras intrapsíquicas continúan siendo modificadas durante toda la vida por la experiencia. Pero en el desarrollo patológico se organizan desde muy temprano de una manera rígida y distorsionada que resulta en fijaciones en niveles patológicos e infantiles del desarrollo en ciertos aspectos del sentir, pensar y comportarse. La naturaleza de esta evolución, sus estadios y procesos (horner 1975) constituyen un marco contextual evolutivo que nos permite entender tanto el desarrollo normal como el patológico, sus consecuencias para el carácter del adulto y sus implicaciones para el tratamiento del paciente adulto. Esto significa que, podemos esperar encontrar ciertos tipos de perturbaciones asociadas con fallas maternas y/o la incapacidad del niño para responder al maternaje normal en cualquiera de estos estadios del desarrollo o durante los procesos transcisionales que llevan de un estadio al siguiente.

Blank y Blank (1974) estiman que conceptos tales como internalización y relaciones objetales son básicos para una psicología evolutiva psicoanalítica, y que estos conceptos son centrales a consideraciones tanto de teoría como de técnica. La estructuración de la personalidad comprende internalización de representaciones de objeto, esto es, el proceso de hacer aquello que alguna vez fue externo, parte del si – mismo. “la psicología psicoanalítica es psicología evolutiva en tanto que da cuenta de la estructuración de la personalidad desde el nacimiento en adelante”.

Blank y Blank establecen un paralelo entre la patología de las estructura fronteriza y psicótica con patología de las relaciones objetales, en tanto que el desarrollo del ser humano procede al interior de la díada madre – hijo. Es su punto de vista, que la terapia debe dirigirse a esta característica del desarrollo. Esto es, lo que el terapeuta dice y hace en la situación del tratamiento debe ser elaborada sobre la formulación evolutiva y el diagnóstico de carácter.

Los procesos tempranos de organización llevan a la estructuración del yo en general y de las relaciones objetales en particular. Los psicólogos del yo conciben las relaciones objetales como una función del yo.

Según  Beres (1956) estas funciones son:

  1. Relación con la realidad
  2. Regulación y control pulsional
  3. Relaciones objetales
  4. Procesos de pensamiento
  5. Funciones defensivas
  6. Funciones autónomas
  7. Función sintética
Hartmann (1964) describió inicialmente los niveles de desarrollo de las relaciones objetales como parte de su psicología del yo. El presente texto comparte esta perspectiva evolutiva pero relaciona todos los demás aspectos del desarrollo del yo al desarrollo de las relaciones objetales, que es considerado como central. Este viraje de de una psicología del yo hacia una teoría de relaciones objetales refleja el énfasis sobre el papel central del desarrollo de las relaciones objetales en la estructuración general del yo.

De la definición del funcionamiento del yo tal como es planteada por Beres, la función sintética aparece como fundamental, representando por derecho la tendencia innata y la capacidad del organismo para asimilar, organizar e integrar sus experiencias desde el inicio mismo. Aún cuando esta tendencia es innata en el organismo, aún en un niño orgánicamente competente estas capacidades pueden verse sobrecargadas por condiciones ambientales excesivamente caóticas o perturbadoras.

Con relación al resto de funciones, la calidad de las relaciones objetales a medida que ellas mismas se desarrollan, proveen la matriz al interior de la cual las otras funciones se desplegarán. Incluyendo entre estas, funciones que son esencialmente autónomas en tanto son la manifestación de la maduración biológica del niño, caminar, hablar, pensar, sentir, etc. La autonomía de estas funciones puede darse por sentada hasta que observamos desviaciones en su desarrollo como consecuencia de relaciones objetales perturbadas. Y cuando estas funciones se desarrollan enteramente por fuera de la órbita de las relaciones de objeto, de una manera aparentemente libre de conflictos, ocurren serias repercusiones con respecto al sano desarrollo de la autoestima. En esta instancia, el ejercicio de las funciones autónomas está asociado con la pérdida de objeto, y pueden ser asimiladas en una estructura patológica de si mismo grandioso.
El trabajo de Hilde Bruch (1973) sobre la conciencia del hambre ilustra como “funciones aparentemente innatas, específicamente el hambre, requieren experiencias tempranas de aprendizaje para poder ser organizadas en patrones de comportamiento diferenciados y útiles”. Ella reconoce como crucial en muchos pacientes con serios desordenes alimenticios “el delirio básico de no poseer una identidad propia, ni aún de poseer su propio cuerpo ni sus sensaciones”. En resumen, Bruch relaciona los desórdenes alimenticios con el desarrollo desviado de las relaciones objetales. Por ejemplo, en la anorexia nerviosa la relación con la comida es una manifestación de la relación con el objeto. La necesidad de protegerse de una madre invasiva, devoradora (necesidad manifiesta en el rechazo de alimento y lo movilización del si – mismo grandioso como defensa contra la pérdida objetal) alterna con “hambre de objeto” (que se manifiesta en la bulimia y en la prontitud a la fusión).

En un estudio sobre los desórdenes del lenguaje y la comunicación en niños, Wyatt (1969) concluye que una relación continua, sin rupturas y plena de afecto entre una madre y su bebé provee la condición óptima para aprender con éxito una lengua. Esta óptima manera de relacionarse se “manifiesta en comunicación frecuente y apropiada, tanto verbal como no verbal”.

Wyatt también señala que tanto el sentido como el aprendizaje del lenguaje están imbuidos en la relación total con la persona maternante. Las lenguas, para un niño pequeño no pueden ser convertidas en abstractos sistemas simbólicos para ser intercambiadas a voluntad.
Con respecto a la función de la realidad del yo, el desarrollo del sentido de realidad también ocurre al interior y a través de la relación con la madre. “el paso transitorio más importante en la adaptación a la realidad”, escribe Malher (1952), es aquel “en el cual la madre va quedando gradualmente por fuera de la órbita omnipotente del si mismo”. Ella se refiere aquí a la individuación y separación de la fusión simbiótica con la madre.

En su elaboración del concepto de falso self,  Winnicott (1965) señala que la madre sirve de puente entre las experiencias del si – mismo que se originan en su interior y aquellas que se originan en el mundo exterior de la realidad.

Como tal, sus intervenciones hacen posible la consolidación de una representación de si – mismo relacionada con la realidad, o sea, una identidad basada en un si – mismo real. Cuando la madre falla en esta función, el verdadero si – mismo es apartado de la realidad y puede organizarse de manera delirante.

Y así, si vemos el si – mismo desarrollándose en el contexto de la matriz madre – hijo, y esto incluye todas las facetas de ese si – mismo, incluyendo la manera como controla sus impulsos, la manera como utiliza su intelecto potencial, o la manera como estructura la realidad, entonces podemos esperar encontrar una correspondencia entre perturbaciones de dicho si – mismo psicológico y la naturaleza de la relación con el objeto maternante primario. Esto se manifestará en la historia evolutiva del individuo, en la naturaleza de su mundo psicológico interno, en la calidad de sus relaciones actuales y su funcionamiento, y en particular, en la calidad de la relación con el terapeuta.

Mientras que los psicólogos del yo conciben las relaciones objetales como una de las funciones del yo, los teóricos de las relaciones objetales hacen énfasis en que todos los aspectos del funcionamiento yoico se organizan al interior de la representación del si – mismo en el desarrollo sano y no pueden ser separadas de este. El fracaso de tal organización es considerado entonces como una patología del si – mismo (Kohut 1971 – 1977).

Tener en cuenta los procesos básicos de organización clarificará cómo surgen estas estructuras, las configuraciones mentales internas del si – mismo y el objeto y sus interrelaciones. Cuál es la naturaleza del proceso? Qué es lo que se organiza? Qué interfiere con él? Cuál es el resultado de su fracaso?

El paradigma de las relaciones objetales, aunque potente en su utilidad explicativa y clínica, puede ser una sobresimplificación. Necesitamos observar mas de cerca, lo que sucede en la construcción de las representaciones mentales del si – mismo y el objeto durante cada uno de los principales estadios del desarrollo. Sólo entonces podremos detectar ciertos defectos en la organización y en la integración del si – mismo en sus más tempranos estadios de su evolución, defectos que se revelarán a sí mismos mas tarde cuando el impulso del desarrollo se vea impedido por su existencia. Esto es particularmente cierto en el paciente fronterizo. A causa de una defectuosa organización temprana la pareja simbiótica aún se necesita, como una especie de prótesis, para que el si – mismo mantenga algún grado de organización. La conciencia de separación, que es inevitable en el proceso de separación – individuación, evoca intensa y severa ansiedad de separación con esfuerzos restitutivos dirigidos hacia la eliminación del peligro psíquico, el peligro de la disolución del si – mismo.

Más acerca de las relaciones objetales

El recién nacido organiza su mundo en patrones significativos. Un patrón básico es el sí-mismo (la representación del sí-mismo) en tanto que la otra es la representación del objeto. El objeto se refiere a la persona (o personas) maternante primaria en el ambiente del niño. Las relaciones dinámicas y estructurales entre las representaciones del sí-mismo y las representaciones del objeto constituyen lo que denominamos relaciones objetales. (A. Horner).

Estadio no diferenciado. Gratificación de necesidades biológicas. Estadio sin objeto:

Estadio sin objeto (Spitz) Corresponde más o menos al narcisismo primario de Freud. Spitz emplea el término no diferenciado. El neonato no esta todavía “organizado”: lo psíquico y lo somático no están separados, el ambiente no se percibe ya que las nociones de interior y exterior no existen, las partes del cuerpo no se sienten como diferentes y no hay separación entre pulsiones y objeto.

Fase autista (Mahler) Durante los raros períodos de vigilia el neonato intenta sólo mantener una regulación homeostática de los fenómenos fisiológicos. No hay conciencia alguna del objeto maternal y no diferencia en nada sus propias tentativas de apaciguamiento de la tensiones (por ejemplo, escupir, toser, orinar, vomitar) de las que le vienen del cuidado de su madre.

Respuesta de sonrisa. Inicio de relaciones psicológicas:

La aparición de la sonrisa como respuesta constituye el prototipo y la base de todas las relaciones sociales posteriores. Este indicador revela el establecimiento del primer organizador de lo psíquico. La díada madre/hijo permite, facilita la aparición de este índice. (Spitz)

La sonrisa específica indica que reconoce a su madre y, por tanto, que su imagen ha sido catectizada como un objeto libidinal. (Mahler).

Ansiedad del 8 mes. Fusión de representaciones del objeto  “Buenas” y “malas”:

Ansiedad del 8 mes, (miedo a los extraños) es una ansiedad de pérdida de objeto; el niño reacciona ante el rostro de un extraño, pues se siente abandonado por la madre. Este es el segundo organizador psíquico, que hace aparecer el establecimiento de una verdadera relación objetal: la madre se ha convertido en objeto libidinal. Ahora es el objeto privilegiado.

Comunicación semántica, nuevo nivel de relaciones de objeto.

El NO  es el índice del tercer organizador psíquico (15 meses). Implica que el funcionamiento del psiquismo se configura según el principio de realidad.
Un conflicto entre el Yo y el objeto incita al No. Indica que el niño ha podido “realizar la abstracción de un rechazo o de una negación”.

El “no” es el primer concepto abstracto adquirido por el niño y su primera expresión con los símbolos semánticos de una comunicación a distancia por mensajes intencionales y dirigidos.

Constancia  objetal:

Mahler propone tres características para lograr dicha constancia objetal:

· El objeto debe estar disponible intapsíquicamente. Esto significa que puede ser evocado sin dificultad.
· El objeto debe estar investido de energía libidinal o neutralizada.
· El Yo no debe recurrir con facilidad a la escisión de las representaciones en objeto bueno y malo. Es un objeto total el que está disponible para el sujeto.

Se entiende por objeto:

Este concepto esta ligado a la noción de representación mental. El objeto interno y el objeto externo están en una estrecha interrelación y ello en un plano doble, afectivo y cognitivo, ya que después de una percepción inicial, a la que el sujeto habrá atribuido una cualidad buena o mala (los términos bueno y malo no son calificativos intrínsecos del objeto, sino indicadores de satisfacción o frustración) guardará una imagen mental que podrá evocar a su manera, incluso en ausencia del objeto externo correspondiente, objeto externo que deberá reencontrar en su medio para garantizar la realidad de esta imagen mental, eventualmente deformada. 

Los objetos no corresponden a una relación uno a uno con los “personas reales” del mundo externo. Son una versión compuesta, amañada  de la persona real. Las personas reaccionan e interactúan, no sólo con un otro real, sino también con un otro interno, una representación psíquica de una persona que en sí misma tiene el poder de ejercer influencia en los estados afectivos del individuo y en sus reacciones comportamentales manifiestas.

En el lenguaje freudiano el objeto es la cosa que es meta de la pulsión. En el lenguaje de las relaciones objetales el término se refiere a las interacciones de los individuos con otros externos e internos  (reales o imaginados) y a las relaciones entre sus mundos objetales internos y externos.

III. PSICOLOGÍA DEL YO


Desde el punto de vista teórico los fundadores de esta corriente, Hartmann principalmente, se basaron en los últimos trabajos de Freud, en particular los referidos a la formulación de la segunda tópica (estructura tripartita de la mente: ello-yo-superyó), las explicaciones de índole económica de la metapsicología freudiana, el interés por el estudio de las defensas y una teorización del desarrollo basada en las fases libidinales oral-anal-fálica y geni­tal. En lo esencial, estos planteos clásicos del psicoanálisis fueron respetados por los psicólogos del yo y en algunos casos también resultaron ampliados, no en su profundidad pero sí en su aplicación.

Interesados en gran medida en los aspectos adaptativos con­cientes y preconscientes del hombre y en las funciones mentales clási­camente no teorizadas por el psicoanálisis (como la memoria, el pensamiento, la percepción, etc.), Hartmann y sus seguidores pu­sieron ahínco en investigar el yo, sus mecanismos de funciona­miento, su desarrollo y la relación de éste con las demás instancias del aparato psíquico y con la realidad. De allí que hicieran importan­tes aportaciones teóricas sobre el yo, que pasó a constituir su princi­pal centro de interés.

El “área sin conflicto del yo”

“Es aquel conjunto de funciones que, en un momento determinado, tienen efec­to fuera del campo de los conflictos mentales. Se refiere a aquellos procesos que en un individuo dado, permanecen empíricamente fuera de la esfera del conflicto mental”..

El área libre de conflictos no es un sector fijo, establecido de una vez y para siempre. Su extensión cambia de manera dinámica, momento a momento. Así, es posible notar que determinadas funciones clásicamente autónomas y pertenecientes al área no conflictiva, pueden ser invadidas por impulsos muy intensos en determinadas circunstancias. El ejemplo extremo sería el caso de las alucinaciones, donde la función inicialmente autónoma de la per­cepción sucumbió ante la intensidad de los impulsos provenientes de otras instancias psíquicas.

Hartmann no propone la existencia de un yo en el inicio de la vida psíquica sino que considera que el individuo cuenta con determinadas capacidades innatas, las que en el curso del desa­rrollo pasarán a estar al servicio del yo.

El desarrollo del yo. Su incidencia en el proceso de adaptación

La mayoría de los intentos para explicar los orígenes del yo proponen que éste surge como un aparato destinado a establecer la relación con la realidad, siendo uno de sus objetivos principales la autoconservación. Hartmann, como Freud, sugiere que el punto de partida para su formación es una matriz indiferenciada del yo y del ello. En esta matriz coexistirían elementos pulsionales con ciertas funciones que, a lo largo del desarrollo, pasarían a estar homogenizadas por el yo.

Hay funciones yoicas que están presentes desde el inicio de la vida y cuya relación con los impulsos es comple­ja. Tal es el caso de la percepción o la motricidad. Por otro lado, el yo es un órgano dotado de emotividad, lo que se evidencia en el uso que el individuo hace de la fantasía para lograr un determinado objetivo de aprendizaje o de síntesis. Un artista, por ejemplo, puede lograr una síntesis conceptual a través de la utilización de la fantasía y la emotividad. El resultado final, a pesar de que se presenta a los ojos del propio artista y del observador como un producto del yo, está infiltrado por elementos que, en primera instancia, deberíamos admitir que tienen su raíz en los impulsos y en el ello. El fenómeno de la creación artística fue más tarde estudiado en profundidad por Kris (1952), quien propuso el concepto de “regresión al servicio del yo
Hartmann se pregunta cuáles son los motores que impulsan el desarrollo del yo a partir de la matriz indiferenciada yo-ello. Este contiene, desde el inicio, elementos que más tarde serán reconoci­bles como pertenecientes a una u otra instancia psíquica.

Factores que impulsan la diferen­ciación del yo y el ello.

El primer factor mencionado por Hartmann es el hereditario o constitucional, en el cual se engloban las capacidades innatas o autó­nomas del yo. Este factor interactúa en el curso del desarrollo con otros tres elementos, a saber: las influencias de los impulsos instinti­vos, los condicionamientos de la realidad externa y, por último, la propia imagen corporal, que juega un importante papel en la diferen­ciación del yo con el mundo de los objetos.
Los impulsos y esbozos de funciones yoicas presentes al co­mienzo de la vida como una unidad indiferenciada siguen un desarro­llo separado, dando lugar a estructuras que son autónomas en rela­ción a la esfera pulsional, pero que pueden ponerse al servicio de determinados conflictos. A esto Hartmann lo llama sexualización o agresivización de la función. De manera análoga, es posible también que algunas funciones, nacidas como defensa contra determinados impulsos, se liberen secundariamente del conflicto que les dio ori­gen, se desexualicen y pasen a la esfera libre de conflictos del yo.

Lo que mueve al yo o a sus esbozos a diferenciarse de los impulsos, según Hartmann, es la necesidad de la supervivencia. En los animales los instintos tienen el fin de adaptarlos al ambiente de tal manera de lograr, si no la permanencia del individuo, por lo menos la de la especie. En el hombre el principio del placer no aseguraría dicha supervivencia. El ello, al desdeñar en buena medida la autoconservación en aras del principio del placer, estimula la diferenciación y la maduración del yo.

El concepto de adaptación

Hartmann plantea que la adap­tación debe valorarse desde la perspectiva del funcionamiento inter­no y externo del individuo a quien se examina. Lo que cuenta para describir el grado de adaptación es el logro que tiene cada sujeto de la función sintética e integradora del yo. Una persona estará tanto más  adaptada cuánto mejor pueda armonizar sus propias necesidades pulsionales con la realidad y con las metas ideales que se propone. No se trata, entonces, de funcionar como un autómata de lo que el mundo externo exija sino de encontrar, dentro de la vida coti­diana, posibilidades adecuadas para dar salida a las mociones impulsivas, de tal manera que no entren en conflicto con las normas de la realidad ni con sus propias normas morales.

La adaptación no es una sumisión pasiva al orden social sino que es activa e incluye la intención de cambiar metas y objetivos sociales.

Es posible distinguir tres modalidades adaptativas: el individuo puede optar por cambiar él mismo para adecuarse al medio, puede también intentar la modificación del medio para lograr que éste se adecue a él y, por último, puede decidir el cambio de ambiente hacia uno que le resulte más adecuado.

Regresión al servicio del yo

Este concepto fue introducido por Kris (1952), uno de los psicólogos del yo más sobresalientes y coautor de Hartmann en mucho trabajos; él estudió el proceso creativo y propuso que hay una regresión que puede producirse promovida de manera activa por el yo.
Como es sabido, el término regresión tiene muchos sentidos en psicoanálisis. Kris sigue la idea que Freud expresa en La interpretación de los sueños. Allí uno de los significados de la regresión es el de pasaje de modos de funcionamiento del proceso secundario ~ primario.

El proceso primario es aquél en el cual las energías se desplazan libremente de una a otra representación. En este estado, además, e tiempo, el espacio y la contradicción lógica son dimensiones que no tienen el valor que les adjudicamos habitualmente. En los sueños SE manifiesta el proceso primario. Estar y no estar en determinado (sitio, aparición simultánea de personas cuya presencia real en nuestra vida no coincidió temporalmente, un lugar que reúne por condensación las características de muchos lugares diferentes. El inconsciente está estructurado de acuerdo al proceso primario.

El proceso secundario, por el contrario, se caracteriza por el hecho de que los afectos están ligados a determinadas representa­ciones; no pueden, por lo tanto, desplazarse libremente. En estas circunstancias el tiempo, el espacio, la contradicción, no son vulnera­dos. El proceso secundario es el que caracteriza nuestro pensa­miento conciente.

Desde el punto de vista del desarrollo, el proceso secundario va reemplazando pro­gresivamente al proceso primario. Esta sustitución coincide en gran medida con el desarrollo del yo. Lo que Kris propone es que, junto con las regresiones a las que el yo es arrastrado, ocurren otras pro­movidas activamente por aquél. ¿Qué fin puede perseguir el yo al realizar estos movimientos? Si, como dijimos, las energías del proce­so primario son libres (no están fijadas a ninguna representación) el retorno al proceso primario podría permitir al yo la utilización de estas energías para catectizar las representaciones del proceso secun­dario. De esta manera logra una mayor amplitud de catexias que quedan a su disposición, obteniendo una energía que hasta entonces era utilizada sólo en los procesos inconscientes.

Los desarrollos técnicos. Análisis de las defensas Regresión. Alianza terapéutica y de trabajo

El punto de partida teórico para su elaboración fue la propuesta de Richard Sterba (1934), presentada en el Congreso Internacional de Wisbaden en 1932, acerca de la disociación del yo en el proceso terapéutico. Este autor planteó que en el curso del análisis el yo se disocia en un yo que participa en la neurosis de transferencia y otro que es capaz de observar lo que sucede en la interacción con el analista, recibir las interpretaciones y procesarlas. El origen de la disociación estaría en las interpretaciones del analista al promover en el paciente que una parte de su yo se identifique con el trabajo del analista para comprender los conflictos.

En este punto es evidente la relación que tiene esta propuesta de Sterba con la noción de Hart­mann de área libre de conflictos. Ambos autores coinciden en propo­ner que el yo cuenta con cierto grado de autonomía respecto del conflicto.

La alianza de traba­jo pone de relieve la capacidad que tiene el paciente para trabajar en cl tratamiento con el fin de resolver sus conflictos y conocer sus motivaciones inconscientes. Esta capacidad depende de la estabilidad del yo razonable, que es equivalente al área libre de conflictos del yo de Hartmann.

Las contribuciones del paciente dependen esencialmente de la capacidad que éste tenga de establecer una variedad especial de relaciones de objeto, con rasgos neutralizados y desexualizados. Dice Greenson: “los pacientes tienen que haber podido formar esas rela­ciones sublimadas, de objeto inhibido, en sus vidas exteriores”. Por otra parte, la conciencia de enfermedad y el deseo de mejorar son elementos importantes que impulsan la colaboración del enfermo.

Otros factores, como por ejemplo la estabilidad de las funciones yoicas autónomas y la habilidad del paciente para expresarse de diversos modos, no obstante las limitaciones que le pueda ofrecer su propio padecimiento, son necesarios y favorecedores de la instala­ción de la alianza terapéutica.

El analista, por su parte, también es copartícipe en la alianza terapéutica. La contribución más importante que hace para lograr que aquélla se instale es perseverar en la función analítica y en la búsqueda del insight por parte del paciente. La disociación del yo en uno observador y otro vivencial depende de las interpretaciones que haga el analista; son éstas y no otro tipo de medidas las que favore­cen la colaboración del paciente en el tratamiento. Hay, sin embar­go, otros factores que pueden ayudar: la importancia que el tera­peuta concede a cada sesión o la escasez de sus ausencias son algu­nos ejemplos. El analista, dice Greenson, debe ser sensato y explicar al paciente el por qué de algunas medidas que adopta, ya que si quiere fomentar una actitud realista y razonable del paciente, debe sustentar una postura análoga. No hay que confundir abstinencia (regla fundamental del análisis) con frialdad. El analista tiene que ser cálido y mostrar interés por el paciente sin por ello caer en el acting-out, es decir, sin violar la regla de abstinencia. Su conducta general, según Greenson, debe oscilar entre privar de gratificación directa al paciente (con lo que se estimula su neurosis de transferen­cia) y preocuparse por el dolor psíquico del enfermo. La regresión no puede lograrse a través de una actitud autoritaria que estimule los impulsos masoquistas del paciente o que explote la necesidad de éste de obtener ayuda.

Teoría analítica de los afectos según la psicología del yo

Los afectos existen previamente a la diferen­ciación del yo y el ello. En ese momento los afectos están al servicio del principio del placer, ya sea mediante la descarga o a través de Constituirse en una válvula de seguridad que evite la descarga en ausencia del objeto satisfactor de la pulsión. La realidad impone demoras a la evacuación de los impulsos. En el curso del desarrollo esta demora necesaria se internaliza y se logra una capacidad para demorar. A esta nueva capacidad Rapaport la llama, muy gráficamen­te, la domesticación de los impulsos.
Es un proceso paralelo la aparición de las contracatexias va neutralizando progresivamente los intensos afectos iniciales, hasta que el sujeto pueda tener a su disposición tanto afectos intensos como otros mode­rada o totalmente neutralizados. En esta domesticación podrían iden­tificarse como promotores diversos factores. Además de los umbra­les innatos, a los que ya nos hemos referido, podríamos mencionar las catexias provenientes de los propios impulsos, que se erigen co­mo contracatexias o defensas y, por último, la adquisición de la estructura psíquica tripartita, en la cual el yo juega un rol dilatorio de la descarga afectiva.

Una vez organizada la estructura del ello-yo-superyó, los afectos pueden expresarse no sólo como tensiones con la realidad sino tam­bién como tensiones entre las distintas subestructuras.

Categorías que resultan sobresalientes dentro de la psicología del yo:

a) Propuesta de considerar al psicoanálisis como una psicología gene­ral. Interés en el estudio de funciones mentales: afectos, memoria, conocimiento, etc. Acercamiento a disciplinas como la sociología, medicina, biología, educación y psicología general.

b) Énfasis especial en los procesos defensivos, Estudio de funciones dcl yo que lo convierten en la estructura central de la personalidad: Capacidad de síntesis, fortaleza, neutralización de las energías se­xuales y agresivas.

c) La adaptación como tarea principal del yo con su tendencia a realizar cambios autoplásticos (en el sujeto) y aloplásticos (del am­biente) para compatibilizar y dar solución tanto a las demandas pulsionales como a los dictados de la realidad.

d) Autonomía primaria y secundaria del yo. Área libre de conflictos e independencia de las energías con que cuenta el yo frente al ello.

e) Diferenciación del yo función, subestructura de la personalidad o instancia psíquica, del yo representación, imagen de sí mismo o se self. El término de narcisismo se reserva sólo para esta segunda acepción. Separación, por lo tanto, entre catexis del yo y catexis del self.

f) En cuanto a la técnica analítica, interés por las defensas y por los fenómenos preconscientes. Creación de los conceptos de alianza de trabajo, alianza terapéutica y estudio de los criterios de analizabilidad.

g) Análisis de los procesos regresivos dentro del tratamiento analíti­co y de la creación artística y científica.

Propuesta de líneas de investigación sobre el desarrollo y la madu­ración del niño. Bases para los trabajos de Mahler, Spitz y otros. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario