lunes, 1 de octubre de 2018

8. RENE SPITZ Y LA PSICOLOGÍA DINÁMICA



Las actitudes maternas son muy importantes porque debido a la relación que el niño establezca con este objeto libidinal va a ser su relación con el mundo externo. Si estas actitudes maternas no son adecuadas pueden ser perjudiciales y desarrollar muchas patologías en el bebé.

El niño nace con un yo primitivo y con capacidad de una receptividad cenestésica, que poco a poco irá madurando hacia una percepción diacrítica.







Para Spitz el desarrollo se basa en 3 etapas básicas:

·  Preobjetal: No hay objeto, el principal interés es satisfacer sus necesidades fisiológicas
· Precursor del objeto: Se empieza a reconocer una gestalt en el rostro de la madre, que empieza a ser libidinizada
·  Objetal: El niño identifica y libidiniza a la madre completamente

Además contempla de concepto de organizador, contemplando tres básicos en el desarrollo:

-  La sonrisa
-  La angustia del octavo mes
-  No

En cuanto a la patología plantea 2 categorías:


  1. Trastornos defectivos emocionales:


·         Privación emocional parcial (depresión anaclítica)
·         Privación emocional completa (marasmo)


  1. Trastornos psicotóxicos:

·         Franca repulsa primaria (coma del recién nacido)
·         Tolerancia excesiva angustiosa primaria (cólico del tercer mes)
·         Hostilidad enmascarada de angustia (eczema infantil)
·         Fluctuaciones entre el mimo y la hostilidad (hipermovilidad, cabeceo)
·         Oscilaciones cíclicas del humor de la madre (juegos fecales)
·         Hostilidad compensada conscientemente (hipertimia agresiva)

Este autor aplicó el método experimental en un contexto psicoanalítico para investigar cómo, a partir de ciertos organizadores psíquicos, el sujeto humano va desarrollando sus relaciones objetales desde los primeros meses de la vida en adelante. En este desarrollo describió tres etapas: la etapa sin objeto, la del precursor del objeto, y la del objeto libidinal.

En el mundo del recién nacido no hay ni objetos ni relaciones de objeto (o relaciones objetales). Sin embargo, René Spitz dice que un infante ya próximo a cumplir un año de vida ha establecido su primera relación objetal.

Consiguientemente, entre una y otra etapa de la vida del bebé ha debido ocurrir un proceso de formación de relaciones objetales. Spitz estudió experimentalmente este proceso que conduce a la génesis de las relaciones objetales dentro de un marco psicoanalítico teórico, pero no metodológico: tomó ciertos conceptos teóricos del psicoanálisis como la hipótesis de un aparato psíquico y de la idea de objeto libidinal, pero metodológicamente él no estudió adultos en la clínica y a partir de allí poder inferir sucesos infantiles, sino que directamente estudió a muchos cientos de bebés, observándolos y provocando situaciones artificiales para ver cómo ellos reaccionaban.

1. La etapa sin objeto

Imaginemos un bebé recién nacido. ¿Qué siente? ¿Qué percibe? Llevados por nuestra tendencia adultomórfica según la cual asignamos al bebé las mismas vivencias que tenemos nosotros mismos como adultos, no apresuramos a concluír que el niño, como nosotros, reacciona frente a estímulos tanto externos como internos. Incluso apoyamos nuestra hipótesis viendo (o creyendo ver) al bebé cerrando bruscamente los párpados ante una luz fuerte (estímulo externo), o reaccionando frente a una sensación aguda de hambre (estímulo interno). En realidad las cosas no son tan adultomórficas. El neonato es un pequeño ser totalmente abierto a sus estímulos internos, pero prácticamente cerrado respecto de los estímulos externos. Muchas observaciones, incluyendo las de Spitz, muestran que el aparato perceptor del recién nacido está escudado con una muy alta barrera que lo protege de los estímulos externos. Durante el primer mes y en forma cada vez menos exclusiva, el niño responde sólo a sus estímulos internos (por ejemplo sensaciones de hambre y de sed), y en este tiempo un estímulo externo debe ser realmente muy fuerte para que el bebé acuse algún recibo reaccionando frente a él. Cuando esto sucede rompiendo su sosiego, el bebé reaccionará con violencia y desagrado (respuestas de displacer), y luego volverá a centrarse en sus estímulos interoceptivos. La reacción de desagrado debe entenderse como una descarga: el estímulo externo provocó un aumento de tensión, y según el principio de constancia este plus debe descargarse para retornar a un equilibrio, que se manifiesta en el bebé como sosiego. Por lo tanto, en el caso del neonato lo opuesto a la respuesta de displacer no es una respuesta de placer, sino de sosiego, calma, equilibrio de tensiones.

Todo esto sucede durante los dos primeros meses de vida, en la primera etapa de la génesis de las relaciones objetales que Spitz llamó la etapa sin objeto y que coincide aproximadamente con lo que el psicoanálisis clásico llama narcisismo primario. Pero, porqué se llama así? ¿Qué tiene que ver que el mundo perceptual del bebé sea interoceptivo con la ausencia de un objeto? Mucho. La pista la tenemos en la palabra narcisismo. Al bebé le importa él y nada más que él. Sólo se interesa por lo que sucede dentro de su cuerpo, pero ojo: el niño no considera que haya estímulos dentro de su cuerpo y otros que están afuera, es incapaz de hacer esta distinción. Desde su óptica, él no experimenta el medio externo como algo separado de sí, ni mucho menos puede discriminar una cosa de otra en ese medio externo.

Cuando percibe el pecho satisfactor de su necesidad alimenticia no lo capta como un objeto independiente sino como una parte de él mismo, como una prolongación narcisista de sí mismo. Esto es lo que quiere decir Spitz cuando dice etapa 'sin objeto': lo único que hay es una totalidad indiferenciada formada por el cuerpo del bebé y el mundo circundante, el cual es una prolongación de aquel. Y, si no hay objetos mucho menos podrá haber una relación con ese objeto, porque cuando decimos 'relaciones objetales' se considera que hay un sujeto y un objeto diferenciados que entablan una determinada relación, llamada objetal. Además -y nos anticipamos un poco en la explicación- una relación objetal supone una relación con un objeto especial, llamado objeto libidinal, capaz de procurar placer, y ya hemos dicho que los dos estados posibles del neonato son solamente el displacer y el sosiego. Por ejemplo mientras toma la leche no hay placer en el bebé: simplemente va disminuyendo su displacer y aumentando su sosiego. Esto no es simplemente una especulación teórica sino que está fundado en observaciones de neonatos: no se vio ninguna o casi ninguna conducta a través de la cual el bebé expresara placer, como por ejemplo reír. Cuando la madre dice que su pequeño está contento o feliz, le está adjudicando un placer desde su óptica, quizá es sólo una expresión de deseos.

2. La etapa del precursor del objeto

Durante los dos primeros meses todos los objetos de su entorno son iguales. Los que no generan estímulos lo suficientemente altos, directamente no existen para el bebé, y los que sí atraviesan la barrera perceptual son todos iguales: provocadores de dis-placer (un pellizcón fuerte, un ruido intenso, etc). Sin embargo, hacia el comienzo del segundo mes el niño empieza a interesarse muy especialmente por un determinado elemento del ambiente, por algo que recortará y distinguirá nítidamente del resto de las cosas. No es un sonido en especial, porque este percepto privilegiado es de naturaleza visual. No es algo que escucha sino algo que el bebé mira y que le provocará inmediatamente una...sonrisa, cuando antes nunca había jamás sonreído. Advirtamos que en un primer momento el niño sólo atiende a este percepto privilegiado, por ejemplo es capaz de seguirlo con la vista si se desplaza, cosa que no hace con ningún otro percepto ambiental. Recién en un segundo momento, hacia el tercer mes, la percepción de este recorte de la realidad externa le provocará una respuesta sonriente. En lo primero que uno piensa es en la madre: ¡Por fin el bebé se avivó que estaba su madre! Es a ella a quien debe sonreírle. Falso. El niño responde sonriendo, en realidad, a un signo-gestalt, es decir, a una configuración especial constituida por los siguientes elementos:

a. Debe ser un rostro humano que el bebé observa de frente, no de perfil. Si el rostro gira y se pone de perfil de forma que sólo vea un ojo, el niño ya deja de sonreír;

b. Es suficiente que en ese rostro de frente sean visibles los dos ojos y su entorno, es decir, la frente y la nariz. No importa si se ve o no la boca, pero sí interesa la parte superior de la cara. Si tapamos alguno de esos tres elementos (frente, ojos, nariz), el niño ya no sonreirá. Tampoco sonreirá aunque vea solamente la boca moviéndose como una sonrisa.

c. La tercera condición es que esa peculiar configuración esté en movimiento. No importa si es un rostro que sonríe, que llora o que expresa rabia. Mientras se mueva, el niño responderá sonriendo.

Además, ese signo-gestalt es el 'único' estímulo que por esta época, alrededor de los 3 meses, hace sonreír al bebé. Usted puede ponerle delante un yogur, un caramelo o un billete de 100 dólares y no sonreirá. Tampoco lo hará si ve a la mismísima madre pero con el rostro inmóvil. Estos ejemplos del caramelo y la madre son muy importantes, porque son ejemplos de objetos libidinales, o sea objetos valorados, amados por el niño por ser objetos que pueden satisfacer sus necesidades de hambre, de afecto, etc. Este objeto libidinal vendrá después. El signo-gestalt no es reconocido por el bebé como un objeto que pueda satisfacer una necesidad de amor o afecto (de hecho puede sonreír, por ejemplo, al hombre-lobo, que le dará todo lo contrario a lo que puede ser amor o protección), y por lo tanto ese signo-gestalt no es aún un objeto libidinal. Spitz lo llamará el precursor del objeto libidinal, o preobjeto. Ese signo- gestalt no es entonces objeto en un sentido pleno porque no está libidinizado, pero algo de objeto tiene: el hecho de estar recortado, aislado, privilegiado de las demás cosas del entorno. Y como tiene sólo una de las dos características del objeto, Spitz lo llama precursor o preobjeto, denominación que también tiene que ver con que será el punto de partida desde donde se edificará luego el objeto libidinal. Si el bebé no puede recortar un signo-gestalt y responder a él con una sonrisa, no podrá acceder al objeto libidinal, y si no puede hacer esto último, no podremos asistir en él al nacimiento de una relación objetal propiamente dicha.

El bebé reacciona entonces ante ciertos atributos secundarios, externos (ojos de frente, movimiento, etc) y no aún a los atributos esenciales (capacidad de satisfacer necesidades de afecto). En síntesis hasta aquí: el niño de tres meses, frente a determinado signo-gestalt, da una respuesta sonriente de reciprocidad. Cuando Spitz dice 'de reciprocidad' no significa que el rostro sonría y el niño, recíprocamente, también lo hace como devolviendo la sonrisa. Dijimos que el rostro podía no sonreír, podía expresar rabia. Entonces reciprocidad debemos entenderla como respuesta recíproca: el rostro se mueve y yo también muevo mi rostro sonriendo. En un intercambio recíproco de movimientos faciales, donde uno desencadena automáticamente el otro. La palabra 'automáticamente' es también importante porque el niño no sonríe deliberadamente, no es una sonrisa que podríamos llamar pícara o interesada destinada a lograr algún propósito, sino que es una sonrisa refleja, automática, desencadenada por el signo-gestalt, y tan refleja como podría ser la respuesta de cerrar los ojos ante una luz muy fuerte, o de girar la cabeza ante un sonido estrepitoso. Para Spitz se trata, concretamente, de un mecanismo reflejo llamado MRI (mecanismo relajador innato), muy probablemente útil para la supervivencia del bebé. Esto último es mencionado por Spitz de paso, porque lo que es importante para él será otra cosa: el concepto de organizador.

Spitz concluyó entonces que la respuesta sonriente era la expresión visible de un peculiar modo de organización del psiquismo, inobservable, supuesto, hipotético. Si el niño sonreía a loa tres meses era porque su psiquismo había adquirido un cierto tipo y grado de organización (que Spitz intenta explicar teóricamente desde una base psicoanalítica). Y obviamente, si el psiquismo aparece con una nueva organización es porque debe haber algo que lo organice, tan inobservable como la misma organización resultante. A ese factor que organiza el psiquismo para que el bebé responda con la sonrisa lo llamó 'organizador', y más concretamente PRIMER ORGANIZADOR (porque después vendrán otros que harán que el niño pueda dar otro tipo de respuestas).

Resumamos un poco la significación teórica que tiene según Spitz la etapa del precursor del objeto (Spitz, 86):

a. En esta etapa por primera vez el bebé atiende especialmente a un estímulo externo, y no sólo a los internos. En este sentido empieza a funcionar el principio de realidad, y puede suspender temporalmente el principio del placer, que exigía una atención exclusiva al estímulo interno.

b. Si el bebé puede responder a cierto signo-gestalt, ello significa que puede recordar ese signo, y la existencia de recuerdos implica ya una división del aparato psíquico que antes no estaba: conciente, preconsciente e inconsciente. El reconocimiento del signo-gestalt implica además que el bebé puede ahora desplazar una carga, una catexis desde el rostro que ve aquí y ahora al rastro mnémico comparable con él del pasado (el rostro percibido anteriormente), y entonces puede reaccionar nuevamente con la sonrisa. Esta capacidad de desplazar catexias de un rastro mnémico a otro, corresponde con la definición freudiana de pensamiento.

c. La etapa marca también la aparición de un yo rudimentario que ha empezado a diferenciarse del ello. Un yo corporal, según Freud, o una esfera del yo libre de conflictos, según Hartmann. Esto se ve en las conductas dirigidas, intencionadas que empiezan a aparecer en esta etapa del precursor del objeto, que se extiende hasta el séptimo mes y que no se caracteriza solamente por la respuesta sonriente sino por una serie de conductas musculares de dominio y defensa, es decir, adaptativas.

3. La etapa del objeto libidinal

Esta etapa comienza hacia el octavo mes, justo en el momento en que observamos un llamativo cambio de conducta en el bebé. Si antes sonreía frente a cualquier rostro que tuviese tales o cuales características, ahora el bebé se hace más selectivo: sonreirá solamente al rostro materno o a un rostro muy familiar, mientras que expresará angustia llorando frente a un rostro extraño. Puede también simplemente bajar tímidamente los ojos, pero no sonreír. Es la llamada angustia del octavo mes. Sea como fuese la forma de manifestar su angustia, el bebé lo que en el fondo hace es negarse a entrar en contacto con un desconocido, como volviéndole la espalda.

Según Spitz (Pág. 118) se trata de la primera manifestación de angustia 'propiamente dicha'. Efectivamente, antes de esta etapa hay otras 'angustias' que no debieran llamarse tales, por lo menos dentro del psicoanálisis: la angustia del nacimiento, que en realidad es una reacción de desagrado porque algo viene a perturbar un estado de equilibrio, y luego una angustia frente a un estímulo que antes había relacionado con una experiencia desagradable, en cuyo caso hay que hablar de temor, no de angustia (o de 'angustia de la realidad' como también la designó Freud).

Pero esta angustia del octavo mes no tiene nada que ver con ellas: el bebé se angustia ante un rostro extraño, desconocido, con el cual nunca había tenido una experiencia desagradable, fundamentalmente porque 'no es' el rostro familiar, el rostro de la madre. La angustia no es provocada por el rostro extraño en sí sino por la ausencia del rostro familiar. Se angustia por sentir que la madre lo ha abandonado. Es una angustia propiamente dicha, una angustia en el propio sentido psicoanalítico porque es una respuesta a la percepción intrapsíquica de la tensión del deseo reactivada, y la decepción subsiguiente (Spitz, 121-122). En otras palabras: el bebé se angustia porque compara el rostro del extraño con la huella mnémica del rostro materno y se decepciona: ve que no son iguales. Allí donde esperaba encontrar a la madre,  no la encuentra, y esto es lo que le produce la angustia.

Observemos entonces que, si en la etapa anterior cualquier rostro le daba igual (a todos les sonreía), ahora es más selectivo: será privilegiado, catectizado, libidinizado solamente el rostro materno. Lo ha convertido en su objeto libidinal o amoroso: ama ese rostro, odia su ausencia. Vemos que a diferencia del rostro gestalt, el objeto libidinal no es intercambiable ni reemplazable por otro: es único, y es esto precisamente lo que caracteriza una genuina relación objetal, a saber, la relación con un objeto privilegiado, que se ha convertido en el preferido.

Mientras en la segunda etapa quedó recortado un objeto del resto a un nivel cognitivo, en la tercera etapa quedó, además, recortado a un nivel afectivo (Spitz, 125).

La angustia del octavo mes señalará, para Spitz, la emergencia de un SEGUNDO ORGANIZADOR de la psique, un grado mayor de estructuración psíquica. Esta tercera etapa del objeto libidinal se caracteriza en realidad por dos organizadores. Uno ya lo hemos mencionado, y es el que se exterioriza como angustia, hacia el octavo mes. El siguiente organizador, que vendría a ser el tercero, se instaura en el transcurso de los dos años de edad (alrededor de los 15 meses), y nos damos cuenta de ello cuando el niño empieza a ser capaz de decir que 'no', sea gestualmente o con palabras. Este gesto semántico de negación es el indicador, entonces, del TERCER ORGANIZADOR. Por esta época, hacia los dos años, el niño ya empieza a caminar, y por tanto puede alcanzar el jarrón, mover una silla y hacer otras cosas por el estilo, con lo cual la madre empieza a multiplicar sus 'nos': "no vayas allá", "no toques eso", etc. Incluso mueve la cabeza o hace algo físicamente como para que el niño entienda bien qué quiere decir 'no'. Estos 'no' de la madre son emocionalmente frustrantes para el niño, porque le están impidiendo hacer algo que le gusta. Esta frustración le genera agresividad hacia la madre, con lo cual el vínculo, originalmente amoroso, pasa a ser ambivalente: la ama pero también la odia por sentirse agredido. Esto indudablemente le genera un conflicto, porque si se opone a la prohibición materna corre el riesgo de perderla como objeto de amor, corre el riesgo que su madre no lo quiera más. Para solucionar este conflicto buscará una solución de compromiso: se 'identificará' con su madre-prohibidora, es decir desarrollará una defensa llamada 'identificación con el agresor': ahora es el niño quien incorpora el gesto o la palabra 'no', es él quien dice no, con lo cual quedan sentadas las bases de la etapa de la obstinación, típica del segundo año de vida infantil. Tengamos presente que este 'no' del niño no es de tipo superyoico (un niño de 15 años aún carece de él): mediante ese 'no' está expresando su agresividad hacia el objeto libidinal frustrador. Si bien Spitz no aclara específicamente porqué la identificación con el agresor representa una defensa, podemos suponer, siguiendo la línea de Anna Freud, que si el niño se identifica con el agresor entonces se transforma de persona amenazada en la que amenaza, y si no es más persona amenazada no tiene porqué sentir frustración (defensa contra la frustración).

Además, identificarse con la madre, objeto libidinal, es una forma de no perderla como objeto de amor (Anna Freud, 133), lo que pone en relieve su carácter de solución de compromiso. Cuando la madre dice 'no' hay tres factores en juego en esa conducta: su gesto o palabra (decir 'no'), su pensamiento conciente (le digo 'no' porque eso le puede hacer daño, o porque es algo malo, etc), y su afecto (enojo, etc). Cuando el niño se identifica con su madre hace suyo solamente el gesto y el afecto, pues a los quince meses no puede pensar racionalmente en términos de razones para prohibir algo, no puede pensar que su madre le prohíbe cosas por tales o cuales razones. Incorpora solamente el gesto o la palabra 'no' más el afecto con él asociado. Ahora será él quien dice no y quien experimentará el correspondiente enojo. Indica Spitz (Pág. 144) que este logro del 'no' por parte del niño representa un extraordinario progreso, lo que justifica que sea vinculado con un tercer organizador de la psique. Pero, ¿por qué es tan importante este logro? En primer lugar, es el 'primer' elemento semántico del niño. Ustedes podrán decir: "No, el niño antes de decir 'no' dice 'mamá', dice 'dadá', etc. y eso tiene también su significado y por ende puede entenderse como elemento semántico". Spitz nos responde a esto diciendo que esas primeras manifestaciones verbales son simplemente señales de algo que le pasa al niño (por ejemplo 'mamá' puede significar 'tengo hambre', o 'estoy aburrido', etc). En cambio decir 'no' más que una señal que le pasa algo implica toda una actitud del niño, no es solo algo que expresa un estado suyo (pasividad), sino un propósito de hacer activamente algo, a saber, imponer una prohibición. Por primera vez un elemento representa un concepto, una idea: la idea de negación, de rechazo. Las palabras anteriores al 'no' aludían a una afirmación, a una presencia, a algo que al niño efectivamente le pasa, mientras que acá el 'no' alude a una negación, a una ausencia, a una exigencia de no presencia de algo. El niño ahora es capaz de concebir algo que no está, logró hacer abstracción de una existencia efectiva. Según Spitz esto marcará el comienzo de la comunicación a distancia, del intercambio recíproco de mensajes intencionados y dirigidos, lo que convertirá al 'no' a su vez en el origen de la comunicación verbal y del niño como ser social, ya que por primera vez está diciendo 'no' a alguien, a un otro (cuando anteriormente podía usar el 'no' rotando la cabeza pero no con la intención de comunicar su decisión a un otro, sino a nadie en particular, como expresando un estado psicológico no dirigido a ningún objeto determinado).

El objetivo de ésta síntesis es ilustrar los cambios que van ocurriendo en la conducta infantil de los primeros meses, y cómo irán determinando la evolución de sus relaciones objetales en el transcurso de los primeros quince meses de existencia.


8 comentarios:

  1. Sumamente clarificador, excelente.gracias!!!!

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  2. demasiado útil, muchas gracias....!!!

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  3. Excelente , me encanto como lo explicaste

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  4. Me encanto la explicaciob y me sirvio para comprender mejor el texto.gracias!!

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  5. Un curso que vi en tercer semestre y que ahora debo repasar por mi bebé. Gracias por tan excelente resumen! ❤ Psicodinámica

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  6. ¡Gracias a esta explicación pude comprender mejor lo que es el objeto libidinal!

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